Anil Das Gupta
Barcelona, 16 de marzo de 2021
Rain fallin’
Leaves are falling with the sun
Lives drifting
Seeds drifting
Worlds drifting with the sun
Sunset – Nitin Sawhney
Caía la tarde frente al Atlántico. Era una tarde roja, muy húmeda. Oía el rumor del mar y las voces, risas y música del gentío frente a la terraza. Pedro[1] subió las escaleras y a su lado, un hombre alto, elegante, con una tupida cabellera gris apareció a su lado. Nos sentamos en unas sillas de mimbre y tomamos unas Cucas. Era el año 2005, estábamos en la Chicala, el barrio costero de Luanda, Angola.
La conversación fluía como un río en un valle. Recodos, rápidos acelerados y remansos pausados. Angola, África, arte, salud, sistemas de información, justicia, cangrejos y viajes… Es absolutamente hipnótico conectar con la curiosidad, con la bondad, con la inteligencia y con el humor. Así era Anil, alguien que podías sentir que era tu familia por su fascinante humanidad. En la ciudad con la mayor fuerza de expulsión que he conocido en la vida, el sentimiento se hizo realidad, y la familia, mejor dicho, la tribu, fue gestándose.
Inicio de la construcción de una Maternidad en Viana (MMMed)
Una guerra de independencia y posteriormente una civil, más de 27 años de conflicto, habían dejado al país en la ruina. Una ciudad, Luanda, diseñada en la época de la colonia para 400.000 personas, ahora se mostraba como ente sin forma, de barro, chapa, basura y más 9 millones de vidas. Un estado centrado en deglutir los recursos naturales para alimentar miles de barriles de petróleo al día y exportarlos, además de las mayores minas de diamantes, maderas y pesca. Indicadores sanitarios infernales que deshumanizan por su increíble magnitud. Una desigualdad extrema, la que nunca jamás he vuelto a ver en mi vida, me enfrentaba a situaciones irreales: a pagar 5.500 Euros de alquiler por una casa que se caía en ruinas, más de 10 euros por un kilo de cebollas, o 100 euros por un paquete de pañales.
Trabajábamos en un municipio, Viana, que según el censo estimado (siempre infravalorado) contaba con más de 1 millón de habitantes. Allí batallaba una única doctora, la Dra. Ana Generosa, en el centro de Salud de Ana Paula, en el que cada mes daban a luz más de 400 mujeres, entre otros retos mayúsculos. Desde el año 1992, en pleno conflicto, habíamos estado construyendo y apoyando la creación de una red de salud pública, atención primaria en estado puro, en medio de un caos que ridiculiza las escenas más excéntricas y distópicas de Mad Max.
Centro de Salud en el Municipio de Viana
Picando piedra, tendiendo puentes. Picando piedra y tendiendo puentes. Un año tras otro, luchando contra la marea de gente que no paraba de llegar de las provincias a la capital, intentábamos sentar las bases de algo sostenible en un magma de inestabilidad. Tenías la sensación de que nada llegaba, de que todo era insuficiente. Se dieron situaciones de TBO: no habíamos terminado de cortar la cinta para inaugurar un hospital que recientemente habíamos construido, cuando ya escuchábamos llantos de recién nacidos en la maternidad. La presión demográfica era asfixiante, y lo más desesperante, la falta de datos de lo que realmente estaba pasando a nivel de salud en esa población te hacía vivir en un estado constante de emergencia y urgencia. En algunas provincias en las que trabajábamos, ni siquiera las autoridades locales eran conscientes del número y del tipo de centros de salud que existían. Inmensas planicies de la sabana, desierto o selva era el escenario de una escasa y desconocida red que era el único punto de partida para construir todo un sistema de salud.
En ese contexto en que lo urgente se come a lo necesario era muy difícil levantar la vista del rojo polvo de las calles y tener el valor de apostar por lo estructural. Ahora que lo veo con la distancia, supongo que sólo alguien que conoce muy bien la India puede relativizar tremendo gentío y proponer, con una lógica aplastante, qué era lo que necesitaba aquel sistema de salud: información y gestión. Ese fue uno de los proyectos de Anil: construir un sistema de información adaptado a la realidad de los países africanos. Apasionado de la formación, era consciente del escaso conocimiento técnico que la gran mayoría del personal sanitario poseía, y se empeñó durante décadas en crear sistemas de gestión de la información que pudieran, con tan sólo digitar unos datos, extraer información sanitaria que guiara a los gestores en su desafiante tarea de ofrecer atención sanitaria a la población. Todo eso con mapas, imágenes, elementos visuales que compensaran las dificultades del análisis tradicional de la información.
De derecha a izquierda: Anil das Gupta; Enrique León; Pedro del Campo; Ivan Zahínos
Mula, Murcia, Julio de 2020
Hace pocos días me llamó y me contó su frustrante experiencia trabajando en proyectos humanitarios. Supongo que después de ir a “salto de mata” no le salía otra cosa del alma que ir a la raíz de los problemas. Él lo veía como un acto de justicia. Si sabemos que los sistemas de salud que medianamente funcionan tienen que ser públicos, bien estructurados, con datos, con logística, con recursos humanos competentes, ¿por qué no empezar a construir desde ya todo esto en el corazón de África? Tardemos lo que tardemos. ¿Acaso no es mejor dejar de poner parches? La esencia del desarrollo corría por sus venas, aquello que muchos defendemos en este mundo: ilusión, compromiso, justicia y mucha utopía.
A su lado, al lado de Pedro, la lógica de la inversión a largo plazo y, por lo tanto, del compromiso fue cuajando en mí. Yo intentaba, como si de vasos comunicantes se tratara, vaciar todo ese aprendizaje en los proyectos que redactaba. Eso nos hizo trabajar juntos durante años, en diferentes latitudes de África, diseñar mapas sanitarios (mapas de geolocalización y descripción de hospitales y otras unidades sanitarias), planes de desarrollo sanitario, ganar inversión en salud, luchar por abrir las mentes de donantes y dirigentes para ir más allá de los períodos electorales y ganar su compromiso para hacer lo que siempre soñamos, que la salud sea un derecho.
De derecha a izquierda: Anil das Gupta y Pedro del Campo
Podría escribir un libro de los sentimientos que estos días afloran en mí. Anil se fue el miércoles pasado, de forma inesperada. El lunes me llamó: “te invito en verano, vente a Mula[1], me gustaría enseñarte a manejar el QGIS[2], con eso podrás acompañar a Pedro a hacer mapas sanitarios por toda África. Por la mañana formación, después playa, pintura y sobre todo cenas sibaritas con mucha charla. Lo demás, que le den por el culo”. Todavía no puedo creer que eso no sucederá. Su afán era dejar conocimiento e ideales como los motores de transformación del mundo.
En una visita reciente a Mula, descubrí que el mejor maestro es aquel que no parece que te enseña. No sé siquiera, si Anil era consciente o no de que cambiaba vidas y mentalidades. A la sombra de un chambao, hablamos de estos cuadernos, de lo mestizo, de la necesidad de dar rienda suelta a la potencialidad de lo que somos como humanos, de ser libres. A no encasillarnos, a aprender y aprender, a exponernos, a viajar. A explicar la salud pública a través de un cuadro, de un documental, o de una canción. A la necesidad de transmitir a los visitantes de un museo, la justicia a través del arte. Mirándole, me di cuenta de que, si no lo hubiera conocido, yo no sería cómo soy, ni lucharía por los proyectos poliédricos que lucho, ni escribiría estos textos impuros con el orgullo de mezclar como última finalidad y transmitir que necesitamos más justicia, más amor, más derechos y en definitiva más humanidad. Él fue el ejemplo vivo de esa forma de vivir: historiador del arte, salubrista, pintor, viajero, compañero, marido, amigo, amigo y amigo.
Me regaló un cuadro. Un inmenso cuadro azul. Me dijo que se llamaba Patria. Deseo que ese azul sea la suya para siempre.
Gracias maestro.
Iván Zahínos
Coordinador de Relaciones Internacionales
medicusmundi mediterrània
[1] Pedro del Campo – Médico, Pintor, Humanista, amigo del alma y compañero de mil batallas en África.
[2] Mula, Murcia.
[3] Software de gestión de Sistemas de Información Geográfica utilizado, entre otras finalidades, para realizar mapas sanitarios.