Con la celebración de la Cumbre del Clima (o COP25, es decir, la vigesimoquinta vez que se reúnen los países firmantes de la Convención Marco de Naciones Unidas contra el Cambio Climático) el calentamiento global ha estado saliendo cada día en la prensa y en las tertulias televisivas. Ya era hora. Más inquietante resulta que buena parte de los comentarios se hayan centrado en criticar, denostar y ridiculizar la figura de la activista Greta Thunberg. Dicen que, cuando el sabio señala a la luna, el necio mira al dedo. Pero nos da la impresión de que, más que de necios, se trata de gente interesada en silenciar un mensaje por el ancestral método de matar al mensajero. Porque, para que el clima no cambie, han de cambiar otras cosas, comenzando por el modelo económico y de consumo, y hay sectores que priorizan sus beneficios a corto plazo sobre el futuro del planeta y la humanidad.
En cuanto a la cumbre, no había mucho que esperar de una conferencia patrocinada por algunas de las empresas más contaminantes y a la que países tan importantes, por peso político y por volumen de emisiones, como EEUU, China y Rusia han enviado representantes de segunda fila. Como siempre, resulta más esperanzadora la sociedad civil organizada, iniciativas como la Cumbre Social por el Clima, Fridays for Future (gracias, Greta Thunberg) o Extinction Rebellion y las muchas más que posiblemente saldrán, porque esta es una lucha que va para largo y sólo desde la presión ciudadana podremos doblegar los intereses creados que impiden frenar el calentamiento.
El quinto informe alternativo sobre la salud mundial del People’s Health Movement, de lectura obligada para aquellas personas interesadas en las políticas de salud, incluye un capítulo sobre cambio climático y salud.
En ausencia de regulación gubernamental efectiva, las fuentes principales de degradación ambiental son:
la industria (productos químicos, desechos tóxicos, incluidos los de la industria militar, y electrónicos…)
la minería (devastación del territorio, contaminación de agua y suelo con productos tóxicos como el mercurio, emisión de partículas en suspensión y gases de efecto invernadero…)
la producción de energía (la extracción, refinado, distribución y consumo de combustibles fósiles tienen importantísimas repercusiones negativas sobre el medio ambiente)
la agroindustria (pesticidas, agotamiento y contaminación de acuíferos y suelos…)
Estas actividades producen contaminación, degradación ambiental y calentamiento.
Las consecuencias sobre la salud ya las estamos sufriendo. El calentamiento global produce fenómenos meteorológicos extremos como olas de calor, precipitaciones catastróficas y sequías, asociados directamente con mortalidad y con la proliferación y virulencia de patógenos (como el cólera) y virus, con la multiplicación y conquista de nuevos hábitats de insectos portadores de enfermedades (como la malaria, el dengue o el chikungunya), con malas cosechas que causan desnutrición, con desplazamientos de población y con conflictos sociales, que a su vez afectan a la salud física y mental. La OMS estima que el cambio climático causará 250.000 muertes adicionales por año entre 2030 y 2050, sin contar las derivadas de conflictos económicos y sociales.
olas de calor
precipitaciones catastróficas y sequías
proliferación y virulencia de virus
multiplicación y conquista de nuevos hábitats de insectos
desplazamientos de la población
conflictos sociales
La contaminación ambiental produce cáncer de pulmón, enfermedades cardiovasculares, empeoramiento del asma y de la enfermedad pulmonar obstructiva crónica. La escasez de agua provoca que un tercio de la población mundial tenga problemas de acceso a agua limpia o de saneamiento, resultando en al menos 1,4 millones de muertes anuales por enfermedades como la diarrea. La contaminación mata también a animales y plantas marinos, privando de fuentes de alimentación a muchas comunidades. ¿Seguimos? Sí, seguiremos hablando de clima y salud los próximos años, y seguiremos trabajando sobre el terreno.
Un importante problema para la movilización es que, mientras los efectos del cambio climático se sufren a nivel local, las causas son globales, ligadas al modelo económico. El lugar de consumo está en muchas ocasiones tan alejado del lugar de producción que cuesta relacionar la causa y la consecuencia. Pero mucha gente, sobre todo los jóvenes, que serán los más afectados, ya se están dando cuenta, estableciendo conexiones, identificando causas y pasando a la acción. Esto no ha hecho más que empezar y tiene pinta de convertirse en el tema más importante de nuestras vidas.
Francesc Àlvarez
Director
medicusmundi mediterrània