Raquel Bonell de Quepo
Parece enrevesado, ¿verdad? Pero en realidad el fundamento que sustenta esta reflexión es clave a la hora de explicar los proyectos que construimos en medicusmundi mediterrània.
Este artículo es el primero de una serie para dar a conocer las organizaciones y movimientos con los que trabajamos, en casa y en todo el mundo. Quepo es la cooperativa de comunicación para la transformación social con la que colaboramos para impulsar el proyecto “Salud, Derechos, Acción”, un programa que quiere hacer hincapié, precisamente, en la construcción del imaginario colectivo respecto a los problemas globales y locales.
Durante los primeros años (¡y ya llevamos diez colaborando con este proyecto!), hemos trabajado especialmente la sensibilización sobre los diferentes factores y determinantes sociales que impiden garantizar el derecho a la salud en el mundo y fomentado la implicación en la defensa de la salud como una lucha política a escala global. Esto se ha hecho a través de muestras de cine, conferencias, mesas redondas y acciones divulgativas y de incidencia política.
Pero, en 2020, “Salud, Derechos, Acción” se reconvierte en un proceso, alineándose con y acompañando a los movimientos sociales y colectivos defensa del derecho a la salud e impulsando dinámicas de creación de red, aprendizaje, comunicación, sensibilización e incidencia.
Así, la comunicación no es sólo una herramienta de difusión, sino una pieza clave del engranaje del proyecto que persigue ayudar a revertir la situación de millones de personas en el mundo, porque todas y todos tenemos derecho a la salud.
Pero, ¿cómo podemos transformar el sistema a través de la comunicación?
¿Cómo puede ser la comunicación transformadora?
Las palabras de Raquel son muy reveladoras en este sentido y es que la comunicación tiene un papel clave en la perpetuación del sistema, de los valores establecidos y del statu quo. Pero del mismo modo, también puede ser clave en la transformación de este. Para entenderlo mejor, nos habla de un proyecto de Quepo que desarrollaron hace unos años y que resulta muy aclarador, el proyecto FAM (hambre).
El hambre, durante décadas (y aún ahora, desgraciadamente, aunque con menor impacto) se ha explicado en el mundo occidental como un mal insuperable e inevitable. La muerte de cientos de miles de personas en todo el planeta por causas vinculadas a la inanición era un hecho irreversible, porque estaba vinculado a la pobreza y los desastres naturales. El relato del empobrecimiento se hacía desde la pasividad del individuo que no es capaz de transformar esta dinámica. Era un relato muy vinculado a la pena, a imágenes de criaturas enfermas y adultos hambrientos en entornos absolutamente desfavorecidos. El objetivo de este mensaje era apelar a la solidaridad de las personas que podían ayudar, aportando una cantidad de dinero, alimentos, o material, de forma puntual, para aliviar las consecuencias del hambre.
Este relato, esta manera de explicar las cosas, estuvo muy arraigado en el mensaje de los medios de comunicación durante muchos años. Una «realidad» instalada en el imaginario de la mayoría de la ciudadanía que hacía que nadie se cuestionara los verdaderos motivos que llevaban a una parte de la población mundial a vivir en esas condiciones.
No hay responsables si no se habla de ellos
El punto de inflexión que propuso Quepo era abordar las causas de la situación, de la responsabilidad del norte global con la situación de los países empobrecidos, señalarla y asumirla. Y para ello había que poner nombres y apellidos y, sobre todo, cara, a estas causas estructurales responsables reales de la especulación alimentaria.
«No se puede hablar de hambre – explica Raquel – si no se habla de soberanía alimentaria».
Para abordar esta tarea, desde Quepo se llevaron a cabo diversas acciones, como hacer talleres con periodistas especializados en el tema, cambiar las estrategias de financiación de proyectos, trabajar el lenguaje y la imagen, etc. En definitiva, cambiar el punto de partida del relato con el que se explica el hambre y hacerlo llegar al público. La situación de vulnerabilidad de estas personas no es casualidad, hay responsables identificables y, además, hay soluciones.
Este es uno de los ejemplos que reflexionan sobre cómo construimos los imaginarios colectivos en torno a un derecho tan básico y universal como el derecho a la salud. Para ello, hay que revisar los relatos establecidos, la óptica desde la que se aborda el problema y analizar qué respuestas genera la forma como comunicamos. Si lo que buscamos es huir del asistencialismo y buscar la voluntad política de cambio, debemos hacer entender el poder que los ciudadanos tenemos en nuestras manos, que empoderamos con nuestro mensaje a quien nos escucha. Esta mirada es tan válida para defender los derechos en el ámbito local como en el ámbito global, ya que el derecho a la salud es un derecho que hay que defender en todo el mundo.
¿Cuáles son las claves de una comunicación transformadora?
«Conocer muy bien los objetivos de la campaña, y que ésta esté al servicio de los objetivos, y no de quien la hace, o quien la encarga» señala Raquel. Las campañas comunicativas se las debe poder apropiar cualquier colectivo o persona que apoye la causa y se deben poder utilizar sin remordimientos, ya que el objetivo es el mismo: la difusión y la incidencia en favor de un derecho.
Hay que ser transparentes a la hora de explicar qué y quién está detrás de una campaña, pero debe hacerse sin restar protagonismo al mensaje en sí.
A menudo es difícil medir cuantitativamente el éxito de una campaña de estas características, pero el poso que van dejando siempre tiene réditos a medio y largo plazo. Así lo vemos con el paso del tiempo.
El asistencialismo al que nos ha abocado el imaginario colectivo respecto a los problemas globales ha quedado caduco. Es hora, pues, de poner manos a la obra para avanzar hacia un cambio de paradigma. Es necesario que todas y todos seamos conscientes del impacto que tienen nuestras acciones, nuestra manera de vivir y también de que asumimos la responsabilidad colectiva de revertir las injusticias en todo el mundo.
Actualmente, “Salud, Derechos, Acción” toma un nuevo impulso configurándose como un espacio de participación y trabajo de todos los colectivos que forman parte. El objetivo es empoderar a las entidades y mejorar su trabajo en red y su comunicación: queremos generar una gran alianza que una las capacidades de todas para ponerlas al servicio del bien común.
La actividad de la muestra de cine persiste, en un formato más ambicioso que engloba la suma de otros siete festivales de cine social bajo el paraguas del Festival Tectònic.
Alba Arnau
La Pera. Comunicació Cooperativa