26 de Octubre de 2019
Me detuve a descansar
En lo alto de la sierra
Me detuve a descansar
Y me olvidé de mí mismo
Tanto mirar y mirar.
Y me olvidé de mí mismo
Tanto mirar y mirar.”
Atahualpa Yupanqui
Pese a que Barcelona en estas últimas semanas ha estado en el foco mediático global, lo cierto es que no ha sido sencillo arrancar con este séptimo cuaderno. Parece que lo cotidiano y la capacidad de sorpresa son enemigos y no vemos con los mismos ojos ni con el mismo corazón las calles que ya hemos pisado una y otra vez. Uno se acostumbra a escribir desde colinas llenas de mezquitas, asépticas habitaciones de hotel, selvas, buses decrépitos, desiertos, sabanas, barrios marginales y hospitales maltrechos. Pero las historias están ahí, en cada esquina, en cada conversación con un ser querido, con un desconocido, en los falsos titulares de la prensa, incluso en lo que no se dice, en las cosas de las que no se habla.
Ivan Zahinos escribiendo en Riberalta – Bolivia
Mi red neuronal andaba a la deriva, anestesiada por tanta noticia apocalíptica, una vez más varada en lo que la prensa y los políticos se empeñaban en hacerme pensar. Pero me esforcé en viajar e ir a buscar la esencia, los recuerdos, las pláticas con tantos compañeros y compañeras, y estuve un par de días restregándome fuerte el cuerpo y la mente con el estropajo de lo global, de lo real, de lo vivido para aprender, esta vez, aquí.
Skyline de Maputo, Mozambique
Hace una semana, justo el día de la publicación de la sentencia contra los líderes independentistas, me adentré, a altas horas de la noche, en los servicios de urgencia de uno de los hospitales de referencia más importantes de Catalunya, el Parc Taulí. Acostumbrado a ir a centros de salud por todo el planeta a evaluar los servicios, reunirme con los responsables, en resumen, verlos desde el lado del que oferta, siempre es extraño visitarlos como usuario, o acompañando a un familiar. Los pacientes se amontonaban en camillas en el pasillo de urgencias mientras los profesionales no daban abasto para responder a todas las necesidades y las preguntas y demandas de los acompañantes. Una vez más sentí el orgullo que emanan los trabajadores de salud, su dedicación, cercanía, su calidad y calidez.
Pero en aquel ambiente opresivo también sentí en la piel el 28% de recorte sanitario
Pero en aquel ambiente opresivo también sentí en la piel el 28% de recorte sanitario acumulado que se está aplicando en Catalunya desde hace ya ocho años. Los que lean estas líneas y sean de estas latitudes, seguro que piensan que “no hay nada nuevo bajo el sol”. Las personas de otros países quizás se sorprendan. En aquel pasillo pensé que, un sistema de salud, es un organismo vivo que no muere de repente al quitarle los nutrientes, va encogiendo, menguando, a veces de forma tan lenta que no lo percibes hasta que ya no hay vuelta atrás. En realidad, es más exacto decir que es un ser vivo parasitado que va muriendo lentamente.
La Fundación Instituto para el Desarrollo e Integración de la Sanidad (IDIS) – últimamente solo hago que ver eufemismos perturbadores en los nombres de las bien intencionadas fundaciones – tiene como finalidad “promover la mejora de la salud de los ciudadanos y poner en valor a la sanidad privada” (www.fundacionidis.com). Por las cifras de su último informe, lo están haciendo bien, por lo menos en lo que se refiere a la segunda parte de su objetivo: más de 2,5 millones de personas de Catalunya ya son usuarios de la sanidad privada, es decir, 1 de cada 3 ciudadanos.
más de 2,5 millones de personas de Catalunya ya son usuarios de la sanidad privada, es decir, 1 de cada 3 ciudadanos
No hay duda que estamos frente a un clásico experimento de física, los vasos comunicantes. Las políticas diseñadas e implementadas en los últimos años en Catalunya están asfixiando al sistema público. Las colas crecen, las listas de espera engordan, las visitas a especialistas pueden demorarse muchos meses, los servicios de urgencias están colapsados. Por otro lado, se da alas a la sanidad privada, que afirma que sus servicios contribuyen a la descarga y ahorro del sistema público. Cientos de tertulianos miembros de consejos de administración de clínicas, seguros, hospitales privados ocupan las sillas y se agarran al micrófono (bueno, mejor hablar en pasado, ocupaban y se agarraban pues ahora en las tertulias sólo se habla de lo mismo) para marcar a fuego en nuestras mentes: la sanidad pública no es sostenible
Es ahora, restregándome con el estropajo de lo vivido para deshacerme de la somnolencia que te produce este (supuesto) mundo desarrollado, que me pregunto, ¿es ahí a dónde vamos?, ¿a un sistema público exiguo para pobres y una sanidad privada para ricos? ¿a realizar visitas médicas en las que el profesional tiene un fonendoscopio en una mano y la máquina registradora en la otra? Este modelo ya lo he visto en muchos países y es el combustible ideal para la desigualdad, la frustración, la rabia y finalmente (no exclusivamente) el conflicto y la violencia. Si no hay salud para todos y todas, nunca hay paz social.
Salí de aquel pasillo con el cuerpo y la mente revueltos. No dudaba de que todos los medios estarían a disposición de mi madre, que estaba en buenas manos, pero las alarmas rojas sonaban en mi mente. Camino a buscar el coche seguían los conflictos, las cargas y las carreras entre grupos independentistas y la policía local. Desconcertado por lo extraño del ambiente, me vino a la mente otra noticia (mi cerebro sería un ejemplar de estudio en manos de Hume) que llevaba tiempo rondándome.
Estamos Juntos
también en esta tierra se nos quiere quitar el derecho a la salud, por lo tanto hermanos y hermanos, estamos en la misma lucha.
El 8 de septiembre, el gobierno de España publicaba un informe sobre las personas cooperantes. Entre otros datos interesantes, me llamó la atención que, actualmente, tan solo el 18% tiene menos de 35 años. Leí la noticia estando en Bolivia, y desde entonces, todas estas semanas le he dado muchas vueltas a esta cifra. La crisis económica y las políticas conservadoras han dejado la cooperación internacional en su peor momento. Sin duda, no parece una salida profesional para los/as jóvenes de hoy en día. Pero no paro de pensar si no habrá otros motivos también que expliquen este bajo porcentaje. En unos tiempos en los que se viaja más que nunca, pareciera que los viajes son un escaparate más para ver lo que las pantallas nos muestran, para vivir las experiencias, para casi sentir que podrías perderte en ese destino. Pero no parece que ver la realidad sea sinónimo de querer transformarla, o quizás, los más jóvenes ya no ven el instrumento de la cooperación como una manera de hacerlo. Si es así, no los cuestiono: 20 años en este mundo dan para muchas contradicciones. Pero, aun sin poder hablar de impacto, de transformación, sin saber hasta qué grado lo que hacemos aporta más o menos justicia global, de lo que no dudo es de que, por lo menos, conocer tan de cerca la desigualdad que hay en el mundo, te hace ver con otros ojos las bendiciones que acá tenemos y que no debemos perder (pero ni un poco).
Quizás es por eso, que en este momento en que en mi ciudad parece que lo importante y lo urgente es hablar de otras cosas, hago un alto en el camino y dejo aquí estas reflexiones que espero cumplan dos objetivos: a los de aquí, que no olvidemos que tenemos un regalo que hay que cuidar y defender; a los allá, que como pasa en muchos de sus países, también en esta tierra se nos quiere quitar el derecho a la salud, que se hace poco a poco, pero de forma efectiva, y por lo tanto hermanos y hermanos, estamos en la misma lucha.
Iván Zahínos
Coordinador de Relaciones Internacionales
medicusmundi mediterrània