El coordinador de relaciones internacionales de medicusmundi mediterrània escribe desde Barcelona, bajo un nuevo estado de alarma decretado por el Gobierno español.
Yeah more news from nowhere
And don’t it make you feel alone
Yeah and don’t it make you wanna get right back home
More news from nowhere
Yeah more news from nowhere Alright
Nick Cave – More News from nowhere
Barcelona, 30 de octubre de 2020
Borka[i] tiene un inglés marcado por una excelente pronunciación que le facilita su idioma formado por 35 fonemas. Me habla desde su casa en Sarajevo. Veo al fondo de la imagen lomos de libros de Platón y otros filósofos. Cuando habla sobre lo que puede conseguir el periodismo para transformar la sociedad le brillan los ojos. En eso estamos trabajando, en un periodismo al servicio de la gente, ético, responsable, informativo. Un periodismo abierto a los problemas de la sociedad, un periodismo que lucha contra las desigualdades. Esto también es salud pública y, de hecho, un aspecto muy importante, pues como estamos viendo hoy en día, los medios tienen un papel determinante en la información que llega a la gente, diría más, en cómo se comporta la población, y hasta en cómo siente la población.
Por un momento, se me eriza la piel por sentir que soy parte de esta lucha, por muy lejana que me parezca en estos momentos. Lucho cada día por sentir, aunque solo sea unos segundos emoción, conexión, realidad. Escucho atentamente y, en ocasiones, tengo la sensación que me habla de una época en extinción, de un mundo que ya no volverá a existir. En el que vivo ahora, desde hace meses, años diría, se caracteriza por todo lo contrario: la consciencia cada vez más justificada de estar inmerso en un magma de desinformación
[i] Borka Rudić es la Secretaria General de la Asociación de Periodistas de BiH, contraparte de medicusmundi mediterrània en Sarajevo, entidad con la que se ejecutan proyectos que tienen por objetivo poner el periodismo al servicio de las grandes causas de la humanidad como, por ejemplo, la lucha por la igualdad, la equidad y la erradicación de la violencia contra las mujeres.
En realidad, manipular la información es una vieja historia que las nuevas tecnologías han impulsado hasta cotas inimaginables. Dicen que el primer tuit de la historia fue emitido el 21 de marzo del 2006 por Jack Dorsey, co – fundador de la empresa que inventó el microbloging. Pero indagando y retrocediendo unos cuantos siglos más, descubro que la técnica de mandar micro mensajes a la población y, además, hacerlo con una intención manipuladora es mucho más antigua: en el año 44 a.C., Octavio acuñó una serie de monedas con mensajes difamatorios con el fin de calumniar la reputación del emperador Marco Antonio que contribuyeron a que, el primero, se erigiera finalmente como nuevo emperador de Roma. En las últimas décadas, me parece que estoy sumergido en un mar de monedas grabadas con información que no representa al mundo.
La pandemia y sus consecuencias de falta de movilidad han consolidado en cuestión de meses el teletrabajo. Horas y horas en el mismo espacio, la mayoría de las cuales las pasamos frente a una pantalla, ya sea de ordenador, de Tablet, de móvil o de TV. En estos momentos, somos el alimento perfecto, la presa que antaño era codiciada y hoy en día se rinde sin resistencia. Ahora nos ofrecemos a pecho descubierto, hasta con cierta ansia, sin cuestionarnos nada frente a lo que “realmente” está pasando en el mundo. Queremos más información para creer que podemos tener una opinión que lanzar en una de las videollamadas que hacemos, y sentir que tenemos algo que decir en esta infinita orgía de desconocimiento. En realidad, cada vez vivimos menos en la realidad de la que hablamos. A medida que nos quedemos más quietos, a medida que tengamos menos experiencias en primera persona, vamos a querer fagocitar más información. La pregunta es, ¿qué tipo de información? Y quizás también, ¿qué nivel de atención ponemos a esa información para tener una aproximación crítica?, ¿con qué podemos contrastarla?
Ya en el año 2012 Han[1] alertaba de las consecuencias del multitasking, de hacer muchas cosas a la vez, sin profundizar en ninguna. Él lo atribuye a un augmento en la carga de trabajo y la necesidad de administrar el tiempo y la atención de una forma diferente en la era del hombre tardomoderno. A esto se le suma la nueva era de la información, o la desinformación, en la que cientos de miles de inputs nos llegan en cada segundo, vía mail, vía web, vía WhatsApp, vía Twitter, vía Instagram, etc. Han alerta de que “los recientes desarrollos sociales y el cambio de estructura de la atención provocan que la sociedad humana se acerque cada vez más al salvajismo”. Definía Han y otros pensadores que el comienzo del siglo XXI, por lo menos en el mal llamado mundo desarrollado, era una época marcada por un perfil patológico neuronal. Este perfil epidemiológico incluye enfermedades como “la depresión, el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH), el trastorno límite de la personalidad (TLP) o el síndrome de desgaste ocupacional (SDO)”. Algunos piensan que Han erró al no predecir que íbamos a entrar en una época vírica. Bueno, ser filósofo no es ser adivino. En mi opinión Han no se equivocaba. Esta época vírica que estamos viviendo, no solo está teniendo un impacto en la salud física de las personas y en provocar muertes, en realidad mi sensación es que el perfil patológico neuronal social está cada vez más afectado. Las sociedades asiáticas (especialmente Japón, Corea del Sur, y algunas regiones de China), distinguidas por un uso de la tecnología claramente superior al resto del mundo, han desarrollado patologías como la antropofobia, caracterizada por tener miedo a las relaciones interpersonales, miedo patológico a las personas o a la compañía humana. Algunas personas, para “sobrevivir” sin realmente superar esta fobia, eligen usar exclusivamente medios de comunicación electrónica para “informarse” y así evitar el contacto social.
[1] La sociedad del cansancio. Byung-Chul Han. 2012
Borka repite a lo largo de nuestro encuentro telemático la palabra frustración. No hay forma de saber qué está pasando realmente, qué impacto tienen nuestras acciones, me dice en repetidas ocasiones. Me siento plenamente identificado. La sensación de lejanía es abrumadora. Angustia pensar que este modelo de trabajar, diría más de vivir, va a ir substituyendo de forma progresiva nuestro modo de vida pasado. Supongo que es algo evidente en todos los sectores, pero en el mío, en el de la “cooperación”, esta pantalla a través de la que leo, escribo, y cuento se siente como una gruesa capa de hielo que congela lentamente la fraternidad.
Recuerdo cuando pisé por primera vez los Balcanes hace más de 22 años. Me había empapado de información vía libros y medios de comunicación. La realidad de lo que vi allá no se parecía mucho a lo que había leído. Allí crecieron las raíces de lo que hoy es nuestra cooperación en Sarajevo. Amistades, luchas conjuntas, sueños con hombres y mujeres de aquellas tierras que fueron la semilla de lo que hoy somos y hacemos. Igual pasó con el tiempo en Angola, en Mozambique, en Burkina, en el Sáhara… Cuando regresaba de alguno de estos destinos y hablaba con gente de aquí descubría que se sabía bien poco de esas realidades, y muchas veces, lo que se sabía no se correspondía con lo que yo había podido ver. ¿No os aterroriza pensar que vamos a replicar como loros lo que nos llegue a nuestras pantallas sin poder tocar, oler, sentir, sudar, temblar, temer o gozar? Hoy en día nos sentimos libres sin sentir que, previo a nuestra reflexión, ya hemos recibido miles de noticias e inputs que nos han condicionado y hacen cambiar nuestro comportamiento. Nuestra opinión no se basa en lo que vivimos. Sin enojarnos ni cuestionar, seducidos por una tecnología que juega con nuestra psique, nos creemos libres en una dictadura de bits.
Lamento las oportunidades perdidas hasta el momento. Pienso en que, en realidad, sin darnos cuenta, los que hemos trabajado en este sector de la “cooperación” hemos sido unos privilegiados por poder ver en primera persona ese mundo que ahora parece tan lejano. Pienso en cómo, muchas veces, nos enfocamos de forma errónea en contarle lo que hacíamos a los financiadores y a un público, muchas veces socios, con una marcada ausencia de crítica y realismo. También pienso en cómo los medios de comunicación masivos nos han ignorado, o bien han contribuido a expandir esa visión naif de la “cooperación”. Ahora que siento tan lejanas las tierras que me educaron, me apena profundamente no haber asumido el papel que me correspondía y haber puesto en el papel todo lo que veía para, de alguna forma, contribuir a contrarrestar la desinformación que nos engulle.
Imagino como sería acabar la reunión con Borka y Milica en Sarajevo. Habría un café de por medio y unas sirnicas. En esos minutos me hablarían de su familia, de sus sueños, de sus vidas. En esos minutos, con ese aroma, con esa luz, con esa música de fondo se crearía un vínculo que haría que yo, jamás dejase caer un proyecto conjunto. No es en la reunión en la que se crea ese vínculo, es en el abrazo, en la sonrisa, en la mirada a los ojos con tan solo aire entre nosotros. Empecé a escribir estos cuadernos para contar con otras palabras lo que hacemos, lo que veo, lo que siento, lo bueno y lo malo, las dudas y los sueños, los miedos y las ilusiones. En éste, confieso que esa conexión con las personas ha sido el motor de decenas de programas y proyectos, de centenares de miles de euros puestos al servicio del derecho a la salud.
Nadie sabe a ciencia cierta cómo será el futuro. Para mí, los que hemos pisado otras latitudes, y ojalá que las sigamos pisando, tenemos una responsabilidad: la de dar a luz líneas, historias y vivencias que nos transporten a otro lugar. Ahora más que nunca, tenemos que contar, sin limitaciones de caracteres y sin ser esclavos de lo fugaz, no tan solo lo que hacemos, sino lo que vemos. Quizás en esta época de aislamiento, las organizaciones de la sociedad civil somos como aquellos verdaderos periodistas, los corresponsales que pueden aportar algo de luz y contribuir a ser algo más libres.
Iván Zahínos
Coordinador de Relaciones Internacionales
medicusmundi mediterrània
Muy bueno e ilustrativo!