Los movimientos para la salud solos no conseguirán hacer grandes cambios en el sistema: sólo lo conseguiremos si nos aliamos con las otras luchas sociales.
Conversamos con Oriol Josa Fresno, miembro de la cooperativa de comunicación y audiovisuales Quepo, que impulsa con Medicus Mundi Mediterrània el proyecto Salud, Derechos, Acción (SDA) desde hace más de diez años. El proyecto ha sido el anfitrión de la Universidad Internacional para la Salud de los Pueblos (IPHU), la escuela internacional de activistas por la salud del People’s Health Movement que se ha celebrado, online, durante los meses de mayo y junio.
¿Cómo llega la International People's Health University (IPHU) a Barcelona?
La idea de hacer evolucionar el proyecto parte de varios años de hacer la Muestra de Cine SDA y otras actividades que como sensibilización estaban bien, pero había potencial para hacer algo que fuera más allá. Medicus Mundi forma parte del People ‘s Health Movement (PHM) y había la oportunidad de hacer una IPHU: se pensó que quizás este paso más ambicioso podía pasar por aquí, así enlazábamos los movimientos locales con los movimientos internacionales de defensa de la salud.
Pasamos de pensar que hacemos un proyecto de sensibilización a pensar que hacemos un proceso de acompañamiento a los movimientos para desarrollar su potencial, creando dinámicas de trabajo en red local e internacional, analizando las oportunidades que existen a nivel de incidencia política. Vimos que la IPHU podía ser una formación, pero también un momento de eclosión de una serie de potenciales.
El proceso del que nos hablas parte de un diagnóstico. ¿Cómo conseguisteis este análisis conjunto?
Diseñamos el proyecto teniendo en cuenta que los primeros meses sería un espacio de consulta con los movimientos sobre lo que se quería hacer. Creamos un cuestionario que enviamos a los movimientos locales y también a los del PHM para que nos compartieran su diagnóstico inicial y de ahí extraer cuáles podían ser las orientaciones y comenzamos las sesiones de participación.
Invitamos a las personas que respondieron a los cuestionarios a formar parte de un grupo motor internacional: se creó un núcleo y un grupo más extenso que era un espacio de consulta, una especie de comunidad.
Juntas mapeamos los grandes retos en temas de salud: desde temas más sociales, los derechos de las trabajadoras, hasta la privatización de la salud y la tecnificación de la misma. En las sesiones participativas pedimos que se priorizaran una o dos temáticas que serían el centro de nuestro proceso y quedó claro que la primera prioridad era la lucha contra la privatización de la salud: teníamos que hacer un proceso de incidencia para poder cambiar el sistema sanitario desde la base.
En una de les primeras sesiones de la IPHU habláis del enfoque interseccional de la salud. ¿De qué se trata?
Una de las cosas que nos quedó clara desde el principio es que los movimientos para la salud por sí solos no conseguirán hacer grandes cambios en el sistema: sólo lo conseguiremos si nos aliamos con las otras luchas sociales. Quedó claro que una de las prioridades debía ser aliarse con los movimientos feministas y con los movimientos climáticos y también por eso era evidente que teníamos que hablar de la salud desde un punto de vista interseccional. Nosotros lo abordamos desde dos puntos de vista: desde los problemas sociales y desde las luchas.
Con la pandemia ha quedado clarísimo que la salud es interseccional: una de las ponentes explicaba que los sanitarios migrantes en el Reino Unido tuvieron una incidencia de hospitalización y muerte mucho mayor que sus compañeros. ¿Por qué? Pues porque tienen peores condiciones de trabajo, viven en barrios más pobres, tienen más cargas de cuidados, tienen menos responsabilidad, menos capacidad de decisión y más precariedad y por tanto pueden cuestionar menos las decisiones de sus superiores que afecten su seguridad. Hay una serie de dinámicas y fenómenos sociales que van mucho más allá de las circunstancias personales, que son dinámicas colectivas, y que influyen en la salud de las personas.
¿Cómo abordáis la interseccionalidad de las luchas?
Lo hacemos en tres niveles. Primero, salud y migraciones, como lo que acabo de comentar. Segundo, salud y tierra, con compañeras especializadas en temas de extractivismo: no puedes desligar los temas de salud del hecho que el capitalismo está explotando la minería en los países del sur y que tanto los trabajadores que extraen minerales como las comunidades que viven alrededor de estas minas mueren de cáncer y otras enfermedades. Y esto además tiene unas consecuencias para el medio ambiente brutales.
Tercero, salud y género, en relación con la violencia sexual y reproductiva: cómo desde los sistemas sanitarios se pone en duda las versiones de las mujeres, se las avergüenza, como las denuncias no llegan a ninguna parte y la violencia que todo ello supone, lo que sufren las personas de géneros no binarios (que asisten menos los espacios sanitarios por miedo a ser discriminadas y humilladas y eso les genera más probabilidades de tener problemas de salud) y también las dinámicas machistas dentro de los movimientos.
La salud está conectada con todos los grandes temas y no se separa de estas dinámicas de opresión mundiales que alguna forma definen el mundo actual: capitalismo, patriarcado y neocolonialismo.
También destacáis la importancia de no solo dar un diagnóstico y enfoque locales de la salud, sino también globales.
Sí, el tema de las vacunas lo ilustra muy bien. Hay un tratado de la Organización Mundial del Comercio que prohíbe que los países produzcan sus propias vacunas por un tema de patentes, que hace que en el fondo sean los países que tienen el dominio económico mundial los que deciden dónde se producen las vacunas, cuántas se producen y quién es el primero en recibirlas. Y aquí las dinámicas norte-sur son muy claras.
Hay luchas que se deben hacer en el ámbito nacional, pero hay dinámicas que, si no nos coordinamos a nivel regional o mundial, no conseguiremos tumbar nunca.
¿Cómo valoráis la IPHU y cuáles son las conclusiones del encuentro?
La valoración es muy positiva. Se ha generado un espacio de diálogo e intercambio de experiencias para entender dinámicas de salud más profundas de lo que normalmente conocemos y para pensar conjuntamente como afrontarlas. Hemos creado materiales que pueden ser utilizados por los movimientos, con un potencial de multiplicación y sensibilización muy importante. Nos ha ayudado mucho a crear herramientas prácticas, como mapas de poderes, para conocer quién tenemos a nuestro lado, a quién hay que acercarse y también quién se opone a nosotros, qué intereses tienen y qué debemos hacer para desequilibrar la balanza a favor nuestro.
En algunos de los debates finales terminamos hablando de la extrema derecha. Quizás no es un tema directamente de salud, pero en el fondo te acabas dando cuenta de que estás luchando por unos servicios públicos mejores y estás hablando de derechos humanos y que uno de los grandes obstáculos es la extrema derecha, que coopta el relato de los derechos, hablando de falsos derechos y de alguna forma justificando las opresiones.
Al final la IPHU ha sido una gran acción que sí nos ha permitido conectarnos con proyectos de todo el mundo, pero sobre todo ha sido una experiencia de formación potente para los activistas que han participado.
Después de este espacio, ¿ahora qué?
Ha sido un espacio de aprendizaje teórico y práctico en el que todo el mundo ha podido conocer otros movimientos que pueden ser inspiradores. Como espacio de formación esto ya está cerrado y es lo más importante. En cuanto a estrategias, consideramos que hemos creado un sentimiento de comunidad y que vale la pena que demos unos pasos de continuidad, nuevos encuentros y nuevas formas que ayuden a las personas a vincularse con los movimientos mundiales.
Durante la IPHU y siempre, reivindicáis que el papel de la ciudadanía es clave.
Correcto. Está claro que hay varias formas de poder y que no todas manejamos el mismo: las empresas que tienen mucho capital tienen el poder del dinero y el contacto con quien hace las leyes y que hace concesiones: es una fuente vertical, la del dinero. Nosotros no tenemos esta fuente de poder y por lo tanto tenemos que crear poder desde otra parte: la movilización popular. Pensamos en el haciendo red, pero pensamos también que tenemos que construir relato y trabajar con los generadores de conocimiento y de opinión pública. Debemos construir un relato alternativo y convincente, articulado, estructurado.
Clara Carbó
La Pera, Comunicació Cooperativa