Hoy es el día internacional contra la mutilación genital femenina (MGF). Así que esta semana, más que nunca, nos inundarán con noticias que servirán para recordarnos que esta terrible práctica aún persiste en muchos países africanos y que, en los últimos años, a consecuencia de la inmigración, también la encontramos en muchos países europeos, incluida España.
Recientemente, la UNICEF ha publicado un informe sobre la MGF[1] en el que llaman la atención diferentes aspectos:
En primer lugar, el aumento de su medicalización: en Egipto, cerca del 80% de las mutilaciones han sido practicadas por personal sanitario, generalmente médicos. En otros países, como Sudán, Kenia, Guinea o Nigeria, este porcentaje oscila entre el 55% y el 30%, siendo matronas o personal de enfermería quienes la suelen realizar. Esta medicalización se justifica como una forma de infringir el menor daño posible a la niña/mujer, al realizarse en un entorno aséptico y con anestesia. Sin embargo, aunque la MGF se practique por personal sanitario, sigue siendo una conculcación del derecho a la salud y un acto de violencia contra la mujer y, además, no elimina las complicaciones médicas y/o psicológicas que puede tener a medio y largo plazo, tanto para la mujer como para sus futuros hijos. Además, el hecho de que sea practicada por personal sanitario, que en la sociedad suele estar considerado como una autoridad en cuestiones médicas y cuya opinión es muy respetada, es una forma de “institucionalizar y legitimar” dicha práctica desde el punto de vista sanitario. La medicalización de la MGF ha sido condenada por numerosas asociaciones, incluida la Federación Internacional de Ginecología y Obstetricia, que en una resolución de su Asamblea General, en 1994 , se opuso a la realización de cualquier tipo de MGF, bajo cualquier circunstancia, tanto por personal sanitario como en medios sanitarios.
En segundo lugar, se observa una disminución del apoyo a la práctica por parte de las mujeres: aunque varía según los países, el apoyo sigue siendo elevado en algunos como Malí, Guinea o Sierra Leona, aunque, en la mayor parte, las mujeres consideran que esta práctica debe terminarse. En algunos países con prevalencia elevada (porcentaje de mujeres y niñas que han sido mutiladas), como Burkina Faso, es llamativo el escaso soporte que tiene la práctica entre mujeres de todas las edades y, en la mayoría, la mayor parte de mujeres jóvenes no están de acuerdo con la realización de la MGF, lo cual es un paso importante hacia su erradicación.
Otro aspecto llamativo es el elevado porcentaje de desacuerdo entre las parejas y de desconocimiento de la opinión del otro/a, sobre la necesidad de que la práctica continúe. Aunque no ha podido ser recabada en todos los países, el apoyo a la práctica por parte de los hombres, como el de las mujeres, varía de un lugar a otro: es mayoritario a cualquier edad en algunos países como Malí, Guinea, Egipto o Mauritania, pero en la mayor parte de los países están en contra de su continuación. Curiosamente, en casi todos los países, hay más hombres que mujeres en contra de la práctica, por lo que cuando se solicita la opinión del hombre sobre el tema, lo más probable es que no se practique la mutilación. Sin embargo, se ha observado que, en general, las parejas no hablan sobre este tema. Las mujeres son quienes habitualmente deciden sobre sus hijas, sin consultar a su marido, mientras que los maridos no sacan el tema por considerarlo “un asunto de mujeres”.
En lo que se refiere a la evolución, esta disminución del apoyo a la práctica de la mutilación se refleja en un descenso de la prevalencia de mujeres mutiladas, especialmente en el grupo con menos de 19 años, en algunos países, entre los que se encuentra Burkina Faso. Además, en algunos países, ha dejado de realizarse casi por completo en algunas regiones con elevada prevalencia así como por determinados grupos étnicos. Sin embargo, en otras zonas, apenas se han notado cambios.
Estas diferencias en la evolución reflejan, quizás, disparidades en el grado de sensibilización de las distintas poblaciones sobre en qué consiste y cuáles son las complicaciones de la MGF; en la presión de las normas sociales sobre las mujeres en algunas zonas y/o el contacto que una comunidad tenga, o no, con otras comunidades que no practican la MGF, además de otros factores.
Para lograr su erradicación es preciso aprender de las experiencias que han tenido resultado y, sobre todo, insistir en que las comunidades, tanto hombres como mujeres, de edad avanzada o jóvenes, tengan conocimiento de en qué consiste la práctica de la MGF y de sus posibles complicaciones, tanto a corto como a medio y largo plazo.
Y, por nuestra parte, no dejar de apoyar a las mujeres y hombres de los países en los que se practica, que, sin descanso, siguen trabajando por su erradicación.
Carmen S. Robles.
Médica. Miembro de la Junta de medicusmundi Andalucía.
Publicado en el blog “Con vistas al Sur”
[1] United Nations Children’s Fund, Female Genital Mutilation/Cutting: A statistical overview and exploration of the dynamics of change, UNICEF, New York, 2013.