En el Día Mundial de la Salud, queremos reivindicar que el derecho a la salud sigue siendo un derecho universal pendiente de garantizar y denunciar que continúa siendo vulnerado en la mayoría de países del mundo. Los casos de Uganda o de Etiopía, o los de Grecia o España, donde el sistema sanitario está sufriendo dramáticos recortes, pueden ser paradigmáticos de un sistema político y económico global que genera una inercia de injusticias sociales con difíciles visos de solución, mientras no se consiga un compromiso para la redistribución de la riqueza global y soberanía de los pueblos.
Desde la campaña Derecho a la Salud en África, de Medicus Mundi y Farmamundi, no queremos en esta ocasión centrarnos en números y porcentajes deshumanizados. Queremos dar voz a profesionales de la salud, que afrontan en su día a día los efectos devastadores de decisiones de despacho.
“La falta de acceso a agua segura, la falta de higiene personal y doméstica, y las prácticas inadecuadas de saneamiento son las causas de más del 75% de la carga de enfermedad del país” explica contundente el médico ugandés, Abonga Charles.
Este profesional sanitario ugandés afirma que “el gobierno proporcionó a toda la población acceso gratuito a los servicios básicos de atención primaria de salud, tratada en todos los hospitales públicos del país. No obstante, el bajo presupuesto y los gastos limitados para el sector de la salud, la falta de personal, así como la falta de control financiero y de transparencia, provocan que los derechos de los pacientes a los servicios de salud gratuitos no se respeten, porque a los pacientes pobres a veces se les pide pagar algunos servicios de diagnóstico en los hospitales públicos. A veces hay rotura de stock de medicamentos y un paciente sin recursos tiene que buscar dinero e ir a comprar los fármacos a las farmacias o clínicas privadas. Aquellas personas que no pueden costearse el tratamiento no son tratadas y sus condiciones de vida se van deteriorando hasta que acaban muriendo”.
Abonga cuenta que “ser médico en Uganda es muy frustrante. El personal médico está saturado con mucho trabajo, recibe salarios bajos y tiene malas condiciones de vida. Un médico de medicina general, por ejemplo, gana menos de 400 dólares al mes. Debido a esto, muchos profesionales prefieren marcharse a otros países para recibir mejores salarios o se ven obligados a trabajar en varios sitios para incrementar sus ingresos y poder mantener una familia. Todo esto tiene un impacto negativo en los pacientes porque los médicos tienen menos tiempo para trabajar en los hospitales públicos”.
Judit Tobar, barcelonesa y cooperante farmacéutica en diferentes proyectos en hospitales de Uganda, Malawi y Etiopía, nos comparte los retos, dificultades y contradicciones con las que se encuentra en los diferentes proyectos en los que ha participado: “El número de niños malnutridos en el hospital de Etiopía triplicaba frecuentemente la capacidad de la sala, y había épocas en las que no había forma de conseguir las leches terapéuticas para tratarlos. En el hospital de Uganda, había frecuentes roturas de stock de medicamentos esenciales, pero a la vez, se caducaban cientos de cajas de algunos fármacos porque no se había hecho un buen estudio de consumo previo, ni una correcta gestión. Por otro lado, en los hospitales “públicos y gratuitos” de estos países, la escasez de personal, la saturación de pacientes, y la falta constante de medicamentos, sueros o incluso jeringas (que el paciente tiene que ir a comprar si quiere recibir el tratamiento –reafirmando la explicación de Abonga Charles), hacen que no sean en realidad lo que su nombre indica”.
Reflexionando sobre el complejo papel de la cooperación internacional, Judit aporta que es esencial su papel pero “identificando las necesidades reales, formulando un proyecto que sea sostenible una vez “nosotros” desaparezcamos, y sólo entonces empezando a actuar, desde la base y de forma concisa, sin intentar abarcar más de lo que seremos capaces. Teniendo en cuenta a la población local desde el primer, y en todo momento. Aprendiendo de su día a día, de su forma de hacer, cambiando sólo lo que no funciona, y potenciando lo que ya funciona; defendiendo una complicidad de actuación, realizada de igual a igual”.
Spyros Bazios, médico pediatra e investigador clínico en el Neurodevelopmental center A. Fokas’ de la Aristotle University of Thessaloniki (Grecia), es otro de los testimonios. Abrimos la conversión preguntándole por la afectación del sistema sanitario por la crisis financiera: “La crisis financiera… Estoy temblando con el simple sonido de estas palabras. Las consecuencias en la vida socio-económica de los griegos son enormes. Por supuesto, nadie puede alegar que nuestro sistema de salud fuera ideal antes de la crisis, pero al menos era relativamente eficiente. Hoy en día los hospitales públicos se enfrentan a la falta de personal y a los recortes de fondos que tienen como consecuencia escasez de medicamentos esenciales y de productos sanitarios básicos. De vez en cuando, incluso nos faltan suministros básicos en la sala de reconocimiento de pacientes, como algodón, guantes o incluso papel para cubrir la camilla. Es ridículo, la verdad”.
Y sobre su día a día profesional, nos confiesa que “es realmente agotador trabajar en estas condiciones. Es agotador ver esas largas colas de pacientes que se forman fuera de la sala de urgencias. Es agotador ver que todos aquellos pacientes que al no tener trabajo son incapaces de pagar contribuciones, están excluidos de su derecho a recibir una atención médica adecuada en los hospitales públicos. Y, por último, es agotador tener la voluntad de proporcionar la mejor atención posible a tus pacientes y no poder hacerlo porque “otros”, así lo decidieron”.
Montserrat Olmos, médico internista trabajando durante los 3 últimos años en Centros Socio-Sanitarios en Barcelona, nos explica la cara más humana de su profesión: “es cierto que los Internistas vivimos facetas de la Medicina de las que otros médicos están algo más alejados. La atención a pacientes con pluripatología y cada vez más ancianos es un terreno abonado para que se añadan factores sociales desfavorables. El contacto tan directo con pacientes y familia nos muestra las dificultades que se suceden de forma paralela a la enfermedad. Y en estos momentos, la sociedad está también enferma, cada vez más y de una forma que nunca habíamos conocido. ¿Dónde nos deja esta situación a los que nos hemos formado para curar y cuidar? Pues nos deja desprotegidos, pero no más que a los pacientes. Aquí y ahora, sufrimos todos”.
En su día a día convive cara a cara con las consecuencias de los recortes en sanidad: “Trabajo con muchos profesionales responsables que dedican horas no remuneradas a ser el apoyo que el enfermo espera, pero paradójicamente son los primeros en recibir las quejas, malos modos e incluso agresiones de pacientes y familiares. Se les hace responsables de la situación que en realidad también están sufriendo. Se les tiene cerca y su accesibilidad implica la injusticia de culparles. El desgaste que se sufre con esto es enorme, y nos lleva incluso a necesitar ayuda médica y farmacológica para superar la ansiedad, el insomnio…Sabemos que pedir comprensión a alguien que sufre y se siente enfermo es duro y difícil, pero no hay alternativa en este momento. Si se nos ve como el enemigo, esto será mucho más difícil para todos. Nos enfrentamos a una situación sin precedentes, lo mejor que sabemos e intentamos es no perder la esperanza de volver a una Sanidad Pública y Universal que tan criticada era y que ahora echamos tanto de menos. En este camino, nos guían por ejemplo los médicos objetores de conciencia que siguen atendiendo a inmigrantes no regularizados que han perdido la tarjeta sanitaria, y tantos otros pequeños casos de solidaridad y esfuerzo conjunto”.
Ante estas situaciones creemos en la fuerza, y queremos ser partícipes, de los movimientos sociales que promulgan el cambio hacia un mundo más justo. Las diferencias entre Sur y Norte no son tan claras, ni excluyentes como podíamos haber creído, y así hoy recordamos, reivindicamos, denunciamos o conmemoramos, desde el punto de vista más humano posible, el Día Mundial de la Salud.
Porque en este mundo de pobres, la salud se ha convertido en un privilegio para ricos. Nos quedamos con una de las recomendaciones para disfrutar de una buena salud del epidemiólogo social crítico David Gordon: “No seas pobre. Si lo eres, deja de serlo. Si no puedes, intenta no ser pobre demasiado tiempo”.
Podéis leer los testimonios completos aquí:
Artículo y entrevistas de: Raquel Bonell y Judit Tobar – Campaña «Derecho a la salud en África«
Fotografía: Bruno Abarca (Angola)