Que la salud se ha convertido en un lucrativo negocio en todo el mundo nadie lo pone en duda. Que esto sea por y para el bien de todas las personas nos haría entrar en un debate un poco más caluroso.
La venta ilegal de medicamentos falsificados se ha convertido en una de las actividades más lucrativas del mundo, llegando a ser un negocio 25 veces más rentable que el narcotráfico. Se estima que este mercado ilegal genera unos beneficios globales de más de 75.000 millones de dólares, habiéndose triplicado en los últimos años. Aunque en la UE este comercio solo representa un 1% del mercado total, la Organización Mundial de la Salud calcula que entre el 7% y el 10% de los medicamentos de todo el mundo están falsificados.
Cuanto más leo sobre el tema, más bochornosas me parecen estas cifras. No estamos hablando de un negocio como el narcotráfico, centrado alrededor de un producto totalmente prescindible para el bienestar del ser humano (o no, pero no sería este el debate al que le corresponde entrar a una servidora), sino que jugar con la salud de millones de personas empobrecidas en el mundo, sobre todo en África, genera mucho dinero en los bolsillos de unas pocas personas no empobrecidas.
Cuando hablamos de medicamentos falsificados, no nos referimos a aquellos medicamentos legales, pero de dudosa utilidad terapéutica o incluso inútiles, como bien explica en algunos de sus artículos el experto en patentes farmacéuticas Germán Velásquez (que estará con nosotros durante la la 8ª Muestra de Cine Salut, Drets, Acció) o los médicos Bernard Debré y Philippe Even en su “Guía de los medicamentos útiles, inútiles o peligrosos”, donde hacen un repaso a 4.000 productos farmacéuticos a la venta en Francia.
En el caso de los falsificados, no se puede garantizar su calidad al no tener detrás un laboratorio legítimo de fabricación, ni los necesarios controles sanitarios. Y así llegan a manos de personas enfermas: muchas personas empobrecidas del oeste del continente africano no tienen acceso a medicamentos legales y apropiados que hayan pasado por una cadena de control farmacéutico estricto y de los que se pueda asegurar que la composición real del medicamento corresponde a lo que consta en la “etiqueta”, sin poner en riesgo evitable la salud del paciente, sea por ausencia del supuesto fármaco o por exceso del mismo.
En un mundo globalizado, nos encontramos con un país como la India que se ha convertido en la farmacia del mundo, líder en la fabricación de medicamentos genéricos, mucho más accesibles económicamente y evidentemente replicables. Esto ha provocado más de un dolor de cabeza a empresas farmacéuticas como Novartis, que han intentado defender a capa y espada sus patentes, aun sabiendo que eso no beneficiará a las personas que necesitan su tratamiento contra el cáncer, sólo a sus bolsillos. Por suerte, a veces la justicia es eso, justa.
Me planteo entonces: si un medicamento es una necesidad básica y forma parte del bien común de todas las personas, ¿no deberían encaminarse todas las políticas nacionales e internacionales, en un mundo globalizado, a defenderlo como tal? Por lo tanto, las patentes farmacéuticas, ¿no deberían estar supeditadas a esta protección?
Y si además se sumara la posibilidad de permitir que cada país fabrique o importe sus medicamentos esenciales protegiéndolos del virus de la industria de las patentes, quizás se proyectaría un poco de luz en un túnel tan oscuro. ¡Cuando con sólo 340 medicamentos podría tratarse efectivamente el 90% de enfermedades!
Esto contribuiría a solucionar el problema del mercado ilegal de los medicamentos falsificados, y allanaría el tortuoso recorrido por el que transitan millones de personas empobrecidas para acceder a un tratamiento farmacológico controlado sanitariamente.
El 29 de mayo en Barcelona, durante la Muestra de Cine Salut, Drets, Acció, se proyectará India, la Farmacia del Mundo, que retrata el proceso judicial de Novartis con motivo del caso Glivec y Tiim, sobre el mercado ilegal de medicamentos en Burkina Faso. A continuación, en el debate posterior “Patentes farmacéuticas: ¿un obstáculo para la salud de las personas?» contaremos con la presencia de Germán Velásquez (asesor en Salud y Desarrollo del Centro Sur en Ginebra) y K.M. Gopakumar (asesor jurídico y experto del Third World Network), con los que podremos debatir sobre todos estos temas.
Raquel Bonell
Coordinadora de campaña
Dret a la Salut a l’Àfrica