En esta nueva entrega de la serie “Por el Derecho a la Salud” entrevistamos a Vasco Coelho, coordinador de Medicus Mundi Catalunya en la provincia de Cabo Delgado, Mozambique. Vasco es licenciado en Relaciones Internacionales, master en Desarrollo y Cooperación Internacional y también en Gestión Pública. Además de como coordinador de proyectos, ha trabajado con Medicus Mundi Catalunya como técnico de proyectos en la sede de Barcelona. Hablamos con él sobre temas tan importantes como la coordinación de los actores sobre el terreno, su alineación con las políticas del país y la problemática del exceso de programas verticales, programas centrados en actuaciones concretas de salud o en combatir enfermedades concretas, pero que carecen de un enfoque de fortalecimiento del propio sistema público de salud.
¿Las ONGs, Fundaciones, agencias, en general los actores que actúan en el sector de salud en Cabo Delgado se coordinan entre ellos?
En Cabo Delgado hay cerca de 40 organizaciones que trabajan en el sector salud. De estas, sólo 25 están organizadas en el llamado Grupo de Parceiros de Saúde, el grupo de coordinación con la Dirección Provincial de Salud (DPS). Aunque la mayoría de estas ONGs responden a alguna de las prioridades del Plan Estratégico de la provincia, de ellas, sólo una minoría, menos de diez, cumplen con los procedimientos de rendición de cuentas y resultados que exige la DPS.
¿En qué afecta la poca coordinación?
Pueden duplicarse los esfuerzos y fondos destinados a algunas actividades (supervisiones, estudios, formación continua…) mientras se dejan sin financiar otras actividades igual o más necesarias. Muchas veces, las organizaciones que impulsan estas actividades ofrecen incentivos económicos a los que participan en ellas (dietas, etc.) con lo que estas actividades pueden acabar priorizándose sobre otras.
También falta coordinación entre las propias organizaciones para compartir buenas prácticas o interactuar en los distritos. Para eso debería servir el Grupo de Parceiros de Saúde, ahora que ya está consolidado como interlocutor ante la DPS. Pero hace falta voluntad de coordinación por parte de los actores, que muchas veces tienen prioridades, calendarios o incluso requisitos de sus donantes distintos. Dos no se coordinan si uno no quiere.
¿En Cabo Delgado hay muchas organizaciones trabajando en reforzar el sistema de salud?
Se pueden contar con los dedos de una mano las organizaciones que trabajan en fortalecimiento del sistema de salud o que, aunque trabajen con un enfoque vertical, destinen parte de los recursos al fortalecimiento. La mayoría de actores trabaja en programas verticales o en actividades puntuales sin énfasis en el fortalecimiento del sistema, sea a nivel de formación del personal, o de planificación y gestión, infraestructuras o educación sanitaria.
¿Qué consecuencias tiene a nivel práctico esta falta de inversión en fortalecimiento de sistemas?
Se crean burbujas dentro del sistema: hay una dotación de recursos para determinadas actividades, sin tener en cuenta lo que está alrededor. Dentro de un departamento de estadística puede haber recursos destinados a mejorar la calidad de los registros de malaria o de VIH, mientras el propio departamento puede carecer de recursos para garantizar la fiabilidad de los datos de otras áreas de salud de ese mismo distrito sanitario.
En salud comunitaria, hay actividades de promoción de la salud, financiadas por ONG, muy dirigidas a una determinada enfermedad; pero luego no hay recursos para la prevención de enfermedades diarreicas, que es una actividad que debería ser prioritaria. Puede haber recursos para vacunas pero no para informar sobre las campañas de vacunación. Puede haber recursos para mejorar una sala de partos, pero faltar dinero para cosas tan básicas como evitar el embarazo de riesgo o el parto no seguro. Por tanto, no sólo hace falta reforzar el sistema, sino hacerlo con una perspectiva integral: hay que pensar en la infraestructura (cada vez menos donantes destinan dinero a este aspecto, que sigue siendo prioritario para las Direcciones Provinciales), pero también en la formación del personal que va a trabajar en ellas, en la planificación y gestión de la red, y en reforzar el vínculo entre el sistema sanitario y la comunidad, de manera que la población conozca sus derechos y utilice los servicios.
En cuestión de formación, se destinan pocos recursos a mejorar la calidad de la formación inicial y de las prácticas de los estudiantes. Se gasta más en formación continua, que muchas veces es repetitiva y tiene escaso impacto. No se hace prácticamente formación en servicio: que los jefes de departamento o de área ayuden a mejorar al personal a su cargo, de manera continua. En un país caracterizado por los peores indicadores de su zona geográfica en cantidad y nivel de formación de los recursos humanos, esta área es una gran prioridad.
Pero, sobre todo, el excesivo énfasis en programas verticales supone un coste de oportunidad: se destina un exceso de recursos a enfermedades concretas que sería más eficiente destinar a reforzar el sistema en su conjunto, de manera que sea capaz de prevenir y tratar todas las enfermedades, no unas pocas. Desde luego, cuando se destina mucho dinero a una enfermedad, los indicadores mejoran. Pero esta mejoría se está estancando, pues encuentra un cuello de botella en la propia debilidad del sistema para prevenir, diagnosticar, distribuir los medicamentos, hacer seguimiento de los enfermos… Y luego está el problema de la sostenibilidad: si un día desaparecen los fondos para esas enfermedades, y el sistema sigue siendo débil, habrá un retroceso de los indicadores. No olvidemos que el presupuesto de salud del país depende de la ayuda externa en un 80% aproximadamente y que, de esos fondos, la mayoría de dedican a programas verticales y, fundamentalmente, a tres enfermedades: malaria, VIH-SIDA y tuberculosis.