No basta con hacer cosas. El cómo es fundamental. Y en cooperación para el desarrollo y salud pública, más. Lo decía David Werner hace ya años: «El trabajo en la salud nunca es apolítico. O se hace de modo que ayude a empoderar a la gente para que puedan tener un mayor control sobre los factores que determinan su salud, o se hace de manera que intente mantener a la gente bajo control, sin organización, demasiado dependientes en servicios centralizados, institucionalizados, sobreprofesionalizados, y todavía inadecuados».
No se trata sólo de una cuestión de eficiencia (que también), sino de principios. Hablo de eficiencia porque cuando una comunidad hace suyo un proyecto, se apropia de él, lo piensa, planifica, ejecuta y evalúa, el proyecto tiene muchas más posibilidades de éxito que cuando viene impuesto desde fuera, por expertos en grandes temas que, necesariamente, desconocen lo local. La comunidad puede carecer de expertos en salud pública, pero tienen conocimientos, experiencia e interpretaciones que nadie más tiene. Hablo de principios porque las personas tienen, no sólo derecho a la salud, sino también derecho a participar de las decisiones que afectan a su vida.
En la segunda mitad de 2012 se realizó, en dos municipios de Bié (Angola), un diagnóstico comunitario de salud que ayudará a mejorar la calidad de los servicios de salud en las zonas rurales. ¿La foto de ahí arriba? Una de las reuniones, con mujeres de Katabola. Han sido meses de trabajo, no sin dificultades, preparando materiales y reuniones de vecinos y vecinas, que aún continúan y continuarán, para que las voces de todos y todas sean escuchadas.
Robert Chambers, otro grande de la participación comunitaria, decía esto hace ya casi veinte años: «El trabajo de los expertos externos pasa por ceder la batuta, empoderar a la población local, mejorar su confianza en sí mismos y ayudarles a que sean capaces de definir, expresar y analizar su realidad».