Europa se ha convertido en el primer territorio libre de malaria, el primero en erradicar la trasmisión del virus. Las cifras lo respaldan: desde 1995, con 90.712 casos, se ha pasado a 2015 con 0 casos.
El anuncio coincide con la celebración del Día Mundial del Paludismo, que bajo el lema «Acabemos con el paludismo para siempre» refleja la visión de un mundo sin paludismo establecida en la Estrategia técnica mundial contra la malaria 2016-2030. Porque está claro que hasta que no se erradique a nivel mundial, las personas que viajen la pueden importar. Esto obliga a los sistemas sanitarios europeos a continuar trabajando para prevenir su reintroducción. La estrategia tiene como finalidad reducir drásticamente el paludismo a lo largo de los próximos 15 años. Sus objetivos son ambiciosos, pero alcanzables:
- Reducir la tasa de incidencia de casos de paludismo en un 90%, como mínimo.
- Reducir la tasa de mortalidad por paludismo en un 90%, como mínimo.
- Eliminar el paludismo en 35 países, como mínimo.
- Prevenir el restablecimiento de la enfermedad en todos los países sin paludismo.
Aunque los datos que manejamos en 2015 son optimistas, ya que 98 países endémicos han revertido la incidencia de la enfermedad a nivel nacional desde el año 2000. A pesar de estas buenas noticias, el paludismo sigue siendo uno de los mayores desafíos para la salud pública, con 214 millones de casos y 472.000 muertes en todo el mundo en 2015. La enfermedad todavía es endémica en 97 países. 3.300 millones de personas están en riesgo de contraerla y 1.200 millones están en alto riesgo.
Esta enfermedad supone una gran proporción de los gastos en salud en los países de bajos ingresos, lo que les limita a la hora de prevenir. Como dato significativo, el 80% de las muertes suceden sólo en 17 países, mayoritariamente en África. Lo que nos lleva a subrayar que los logros masivos alcanzados en estos últimos quince años se deben, en gran medida, al aumento de diez veces la financiación internacional desde el año 2.000. Sin embargo, las cifras siguen muy lejanas a lo necesario para controlar la enfermedad.
Otros factores que han ayudado a la reducción de la morbimortalidad de esta enfermedad, han sido un compromiso político más fuerte y la disponibilidad de herramientas nuevas y más eficaces, si bien algunas (como la fumigación de interiores con insecticidas) han tenido cierta controversia por las consecuencias sobre la salud en las familias que las habitan.
Pero el mosquito Anopheles también ha evolucionado: su resistencia a los medicamentos antipalúdicos y a los insecticidas podría poner en peligro los avances contra la malaria.
A pesar de todo, la lucha contra esta enfermedad tiene herramientas suficientes si existe un compromiso real para controlarla, y si es posible, erradicarla, a través de una estrategia que permita el acceso a los medicamentos y a las medidas de prevención. Y a día de hoy, lo más efectivo sigue siendo la distribución de mosquiteras impregnadas en insecticida, a falta de una vacuna realmente eficaz. Sin olvidar la medida más importante de todas: disponer de servicios públicos de salud, universales, gratuitos, de calidad y basados en la Atención Primaria, capaces de afrontar esta y cualquier otra enfermedad y velar por el derecho a la salud de todas las personas.
Teresa Rosario
medicusmundi