Ayer se publicó un estudio sobre una prometedora nueva vacuna contra la malaria y hoy ya es titular en todos lados. Y con razón. La malaria es un enorme problema de salud para una gran parte de los habitantes del planeta. Transmitida por la picadura de un mosquito, tiene tratamiento y diversas formas de prevención, pero no existe vacuna. Conseguir que millones de personas adopten medidas de prevención o tengan acceso a tratamiento eficaz cada vez que lo necesiten es muy complicado. Es por eso que una vacuna, con capacidad de producir inmunidad y protección permanente, podría ser un paso de gigante en la lucha contra la enfermedad.
El estudio, publicado en la Revista Science, en fase 1 (lo que supone que aún está en etapas muy tempranas de investigación) ha sido realizado con una pequeña muestra de veintiun adultos sanos, divididos en tres grupos: en un grupo (seis sujetos) recibieron cinco dosis de vacuna, en otro grupo (nueve sujetos) recibieron cuatro dosis de vacuna, y en un tercer grupo control (seis sujetos) no recibieron ninguna dosis. Cinco de los seis sujetos no vacunados desarrollaron malaria. Tres de los nueve que recibieron cuatro dosis también. Sin embargo, de los seis sujetos que recibieron las cinco dosis, ninguno desarrolló la enfermedad.
A priori, los resultados son mucho más prometedores, que los últimos estudios con otros modelos de vacuna y de ello se hacen eco en editoriales de la revista Science y Nature. Además, es un éxito inesperado. Los primeros tests hace dos años fueron decepcionantes (apenas protegieron a tres entre ochenta personas), aunque sentaron las bases de la investigación actual.
El proceso de desarrollo de esta vacuna no ha hecho más que comenzar. No es lo mismo ensayar con un puñado de adultos sanos en condiciones de laboratorio que con miles de niños de países donde, además de la malaria, existen altas tasas de malnutrición y otros problemas de salud. La necesidad de cinco dosis de vacuna y su administración intravenosa, más complicada que las más habituales vía oral o subcutánea, son desafíos a superar.
A pesar de los titulares triunfantes, no es aún el momento de cantar victoria. En un momento en que se recorta dinero para investigación, cooperación internacional, servicios públicos de salud y ayuda humanitaria, la lucha contra la malaria se juega tanto en el terreno y los laboratorios como en las esferas políticas. Queda mucho por delante y mucho por pelear. Es el momento de apostar por la investigación contra la malaria y las políticas que garantizan el acceso a la salud de los más pobres.
Ahora darán comienzo ensayos clínicos en el terreno, en Tanzania. Stephen Hoffman, líder del equipo de investigación, afirma que aún se podrían tardar 4 años en desarrollar la vacuna. Pero, sinceramente, si existe una alta probabilidad de que sea efectiva, cuatro años no son nada. Mientras tanto, toca seguir remando.