medicusmundi trabaja en Mozambique desde el año 1994. En estos momentos, un equipo de cinco miembros de la organización se encuentra en misión exploratoria en la provincia de Sofala. El objetivo es identificar una acción en el ámbito de la salud que pueda contribuir al período de reconstrucción post-emergencia en respuesta a los daños que ha provocado el ciclón IDAI.
Estas son algunas de las reflexiones y vivencias que surgen en una misión de este tipo.
CUADERNOS DE BEIRA I
Filipa me habla del ciclón IDAI como si fuera una persona: “Él llegó, rugió, nos gritó, golpeó nuestras casas y cuando acabó, se fue…todavía viene a veces, con menos fuerza, o así lo siento yo cuando empieza a llover de nuevo. Miro al cielo y está ahí, con nosotros”.
Filipa estudia psicología en Beira y trabaja ocho horas haciendo habitaciones en el hotel en el que nos alojamos. Es una chica joven, no tendrá más de treinta años. Tiene hijos e hijas que la esperan en su casa derruida. Me cuenta que han logrado apañar un techo “a maneira”, pero que no han recibido nada de la ayuda que ha llegado a la provincia. “Mano” me cuenta, “tengo vecinos que tienen hasta cinco sacos de arroz de veinte kilos en casa, ¿tú crees que esa gente, en estos momentos, ha podido comprarlos? Son oportunistas, y este no es momento para oportunismos. Él nos golpeó a todos, sin mirar clase social o barrio. Algunos de esos oportunistas ya están en la cárcel, imagina Mano, con lo que les necesitan sus familias en estos momentos”
En tan solo veinte minutos, Filipa me pone al día del impacto no visible que ha tenido este ciclón que arrasó la ciudad de Beira el pasado catorce de marzo causando miles de muertos, decenas de miles de damnificados y daños materiales todavía por calcular. No toda la destrucción es evidente e inmediata: son familias rotas, negocios que han desaparecido, cabezas de ganado que, como si fueran hojas de papel, se las llevó el agua, aumento de la violencia, robos, migración forzada, y un largo etc. Por supuesto, también existió solidaridad, ayuda, cooperación. Filipa mismo trabajó a destajo durante dos meses para dar apoyo psicológico a las víctimas.
Pero es evidente que llueve sobre mojado en Beira. En un país como Mozambique, en el que casi el 50% de la población vive por debajo de lo que el estado ya de por sí considera “los pobres” (población que dispone de unos dos dólares por día), con un gobierno obcecado en la industria extractiva y una insuficiente inversión social, con escándalos de corrupción que surgen a diario afectando a altos cargos políticos y una amenaza terrorista yihadista que parece estar entrando por el norte, un desastre como el ciclón IDAI (o como el aún más reciente ciclón Kenneth que ha afectado la provincia de Cabo Delgado, al norte del país) tiene consecuencias para el desarrollo absolutamente nefastas y todavía desconocidas .
No toda la destrucción es evidente e inmediata: son familias rotas, negocios que han desaparecido, cabezas de ganado que, como si fueran hojas de papel, se las llevó el agua, aumento de la violencia, robos, migración forzada, y un largo etc. Por supuesto, también existió solidaridad, ayuda, cooperación.
Más de ciento treinta-y-ocho organizaciones han actuado en estos dos meses salvando muchas vidas y mejorando las condiciones de vida de forma inmediata. No obstante, los problemas de Mozambique, y especialmente del sector salud son mucho más profundos. Una vez ha pasado la emergencia, hace falta poner en funcionamiento un sistema sanitario que ya de por sí, se encontraba entre los más débiles del planeta.
Pero parece que algunos solo caen en la cuenta, cuando un desastre llega del mar. En medio de la reunión del Cluster de Salud (grupo de salud) en la que hemos participado hoy recién aterrizados, un compañero de una ONG de emergencia, que no tiene presencia constante en el país, ha cuestionado al Ministerio de Salud por la falta de medicamentos antimaláricos en algunas unidades sanitarias y comunidades. Indignado, no entendía cómo los medicamentos acumulaban polvo en el almacén provincial.
Pues bien, esto (y otras consecuencias) es lo que ocurre cuando, de forma sostenida, en lugar de fortalecer el sistema público de salud se ponen en marcha políticas que, precisamente, provocan lo contrario. Y parece que nos empeñamos en negar la evidencia y los ejemplos. Sucedió con la epidemia de Ébola que mató a miles de personas en África Occidental: aquellos países que tenían un sistema público de salud más o menos sólido, lograron una mejor respuesta y salvar más vidas. Por lo tanto, o bien creamos sistemas que contribuyan de forma equitativa al derecho a la salud de la población, que tengan capacidad de respuesta a emergencias, resilientes, con cobertura universal, o tendremos que responder sin descanso a las mil y una emergencias que desgraciadamente seguirán acechando este país (y otros). Por poner un ejemplo cercano: los estudios sobre el impacto del cambio climático son claros, Beira, según las Naciones Unidas podría desaparecer en el año 2050. ¿Os imagináis cuantos ciclones como el Idai están por venir?
O creamos sistemas que contribuyan de forma equitativa al derecho a la salud de la población, con capacidad de respuesta a las emergencias y con cobertura universal, o tendremos que responder sin descanso a mil y una emergencias.
Llevamos menos de veinticuatro horas en Beira y ya se siente en la piel esa sensación de final de verano. Esa nostalgia que surge cuando empiezas a despedirte de los días largos, las amistades, las noches de libertad. Pronto la región pasará del nivel tres al nivel dos y después al nivel uno en el índice de emergencias de las Naciones Unidas. Las misiones empezarán a desfilar. Su trabajo ha sido encomiable. Han dado lo mejor que tenían. Pero después del verano, viene el otoño y la lluvia. Mejor dicho, como decía Filipa, la lluvia siempre estará ahí, Él siempre estará en Beira, o por lo menos, sus heridas pervivirán varias generaciones.
Ivan Zahinos Ruiz
Coordinador de Relaciones Internacionales
medicusmundi mediterrània