El Coordinador de Relaciones Internacionales escribe desde Mozambique, primer destino de una misión que le ha de llevar a Ecuador, Bolivia y Bosnia en el seguimiento y ejecución de nuestras intervenciones en salud pública. La reflexión sobre la salud como un derecho y la salud como resultado de las políticas y decisiones nacionales e internacionales centran estos cuadernos comparativos, globales y críticos.
CUADERNOS GLOBALES I – MOZAMBIQUE
Maputo, 9 de agosto de 2019
“Pensar en la salud pública desde la justicia plantea […] que habrá que preguntarse por asuntos complejos como la libertad en una sociedad dominada por intereses y relaciones de poder que la hacen injusta.” – Fernando Peñaranda.
El Boletín nº 132 de la República de Mozambique publicado el 10 de julio del 2019, firmado por el Ministro de Economía y Finanzas, Adriano Afonso Malelane, actualiza las “Ajudas de Custo”, dietas para los funcionarios y agentes del estado. Pese a lo actual de la fecha y el hecho de que ya circula en formato digital incluso por WhatsApp, el documento parece sacado de otra época: en blanco y negro, mecanografiado, con el escudo oficial del país, estilo setentero, post-colonial, austero, con autoridad de estado. Si no fuera por las serias repercusiones podría pasar desapercibido, un documento gris, una pieza más en el engranaje burocrático de un país que vive a caballo entre dos mundos, con un breve pasado de estado de corte socialista y un presente de neoliberalismo salvaje.
Pero esta página y media de información es un verdadero tesoro para entender (o mejor dicho para ya perderse definitivamente en el intento) muchas cosas sobre este joven país y su relación con el mundo. De forma resumida el decreto indica que un trabajador del estado que participe en una “misión de servicio” a cualquier zona del país cobrará seis mil meticales por día de “Ajudas de Custo”. Al cambio oficial del Banco de Mozambique, ese valor corresponde a aproximadamente noventa euros.
Existen diferentes motivos para realizar “misiones de servicio”, pero el más habitual en el caso de los funcionarios de la salud, es la formación continua y permanente. En un país que cuenta con los peores indicadores de trabajadores de salud de toda la región del África Austral (tanto en cantidad como en calidad), esta estrategia se presenta como algo indispensable y pertinente para que aquellos profesionales que ya están atendiendo a pacientes mejoren su capacidad de diagnóstico.
Bien, traducido al lenguaje de la gente que espero lea estas líneas y huyendo de la retórica del “lenguaje de la ayuda y la cooperación”, lo que esto quiere decir es lo siguiente:
Imaginemos un centro de salud que está situado en medio de la sabana africana, quizás a unos 120 o 130 km de la ciudad más cercana, lo que aquí se llama la sede del distrito (situación absolutamente habitual en Mozambique). En ese centro de salud trabaja, pongamos un nombre, Nila, que hizo un curso de formación de veinticuatro meses para formarse como enfermera. Nila está sola en el centro y atiende todo tipo de consultas, desde malarias, casos de VIH, partos, pequeñas cirugías, etc. Es una heroína, lucha contra todas las inclemencias, las dificultades, esteriliza su equipo médico en un autoclave de carbón, asiste partos con la luz de una vela, lucha contra el veneno de las mordeduras de cobra. Se siente sola y muchas veces frustrada porque no tiene medicamentos, no le llegan y desespera. Una carta de sus superiores llega a sus manos: el Ministerio de Salud determina que hay un nuevo tratamiento para la malaria y quiere formar a sus trabajadores en ese nuevo protocolo. Se trata de una formación de cinco días que se realizará en la sede del distrito. Nila “debería” ir a esa formación, por supuesto.
Estamos frente a lo que, en el lenguaje de la cooperación al desarrollo se llamaría “una necesidad sentida” (cada día aborrezco más esta jerga…). Pero es en este momento, en esta lógica evidente de lo que se “debe” hacer para tener enfermeras mejor formadas y por lo tanto población más sana, que uno empieza a preguntarse y plantearse muchas cosas: el salario mensual de Nila es de 12.470 meticales, es decir unos 184 euros al mes y 5 días de formación le van generar 450 euros. Bien, es sin duda un “incentivo” para ella. Podemos ir un poco más allá, quizás Nila empiece a plantearse que le conviene más ir a formaciones que estar en el centro de salud, creo que todos nosotros pensaríamos lo mismo, ¿no? Recordemos que Nila trabaja sola en el centro, lo que quiere decir que si sale del centro, la población que atiende se queda sin servicio durante cinco días. Recordemos que Nila, vive en condiciones de dureza extrema en la comunidad. Y por supuesto, recordemos que Nila quiere conocer ese nuevo tratamiento (aunque en su fuero interno se pregunta si le llegarán los medicamentos para aplicarlo….).
¿Quién paga la formación? En un país en el que todavía la gran mayoría del dinero que se invierte en salud está en manos de donantes internacionales (en los últimos años grandes ONGs, agencias de las NNUU, Banco Mundial, etc…han manejado más del 70% de la inversión en salud), muchas de las formaciones son asumidas por la ayuda externa. Al mismo tiempo, el Fondo Monetario Internacional (FMI) “sugiere” al Gobierno de Mozambique que, a cambio de créditos, congele los salarios de los funcionarios del estado, pero la inflación del país está disparada y el coste de la vida es altísimo. A Nila su salario no le llega ni para una semana… ¿Cómo mejoramos el salario de una gran masa de los trabajadores del país? Con estímulos por formarse, gran parte de los cuales están pagados por la ayuda externa. Y ojo, esa ayuda externa tiene una responsabilidad brutal en este sistema perverso, pues con el fin supremo de cumplir con los indicadores de los proyectos, hace ya casi tres décadas, pensó que era oportuno definir un modelo de incentivos, al principio comida y un jugo, después una pequeña dieta, y ahora estamos ya al nivel de casi pagar cien euros por persona y por día (en un país en el que el salario mínimo mensual no llega ni a setenta euros) para ir a una formación, lo que quiere decir que para formar a veinte enfermeros en un nuevo protocolo de malaria se necesitan más de diez mil euros…
¿No hubiera sido más fácil, desde el inicio, presionar y presionar al estado para pagar salarios dignos a sus trabajadores que andar con estos esquemas piramidales insostenibles? ¿No era necesario pararles los pies a los organismos financieros internacionales que con sus medidas de ajuste estructural denigraban la vida de miles de profesionales que con los años han perdido la fe en el sistema público de salud en el que trabajan? Muchas entidades entendieron en su día que ese no era su papel, que ellos “no se metían en política”, que “querían salvar vidas”…siento que esa visión naif, casi mesiánica de la ayuda ha hecho mucho daño y además, confunde a todos, especialmente a los ciudadanos y ciudadanas del norte que con muy buena voluntad se han preocupado por países como este. Siento que en las últimas décadas, el papel de los políticos en todo el mundo ha consistido en esforzarse para lograr que decir “soy apolítico” se considere algo positivo.
¿No hubiera sido más fácil, desde el inicio, presionar y presionar al estado para pagar salarios dignos a sus trabajadores?
¿No era necesario pararles los pies a los organismos financieros internacionales que con sus medidas de ajuste estructural denigraban la vida de miles de profesionales que con los años han perdido la fe en el sistema público de salud en el que trabajan?
Parche sobre parche se va tejiendo este vestido con cuerpo africano y mangas internacionales.
Todos queremos salvar vidas, el asunto es cómo se llega a ese fin.
Parche sobre parche se va tejiendo este vestido con cuerpo africano y mangas internacionales. La salud como un derecho no está entre las prioridades políticas de un gobierno obcecado en vaciar las entrañas de una tierra que cree suya. La salud como derecho no es el fin de la gran mayoría de organizaciones que operan en este país. Todos queremos salvar vidas, el asunto es cómo se llega a ese fin.
Algunos creen que no habrá más remedio que pagar por la salud, otros creemos que si ese es el camino, cientos de miles de mozambiqueños y mozambiqueñas se verán una vez más excluidos. Sea como sea, es en este contexto de ausencia absoluta de lógica en el que tenemos que ejecutar proyectos e intentar abrir un camino hacia la justicia, no desde la caridad, cargados de las contradicciones de un modelo salvaje que cada vez copia más a la cercana sabana que nos rodea.
Iván Zahínos Ruiz
Coordinador de Relaciones Internacionales
medicusmundi Mediterrània