El Coordinador de Relaciones Internacionales escribe desde Mozambique, primer destino de una misión que le ha de llevar a Ecuador, Bolivia y Bosnia en el seguimiento y ejecución de nuestras intervenciones en salud pública. La reflexión sobre la salud como un derecho y la salud como resultado de las políticas y decisiones nacionales e internacionales centran estos cuadernos comparativos, globales y críticos.
CUADERNOS GLOBALES III
En algún lugar entre Maputo y Quito. 17 de agosto de 2019.
Entre destino y destino siempre nos encontraremos en el camino, en el viaje. Está tan arraigado a nuestra profesión, como lo está la búsqueda por un mundo mejor. Quién no entienda, incluso me atrevo a decir, no disfrute y aprenda de él, dudo que pueda crecer en esta labor y crear proyectos que realmente transformen.
Dice Mía Couto que “el viaje no empieza cuando se recorren distancias, empieza cuando se atraviesan nuestras fronteras interiores”. Después de más de veinte años dando vueltas por el mundo, las mías se han ido difuminando y son como esas maletas que decides dejar en tierra al tomar el viaje de regreso, pues cargan ropa y enseres que sabes que ya nunca más vas a necesitar. Las fronteras ya no son parte de mí, no me pertenecen, ni las adoro, ni las deseo. Quizás por eso, también el ilustre Mark Twain nos decía que “viajar es un ejercicio con consecuencias fatales para los prejuicios, la intolerancia y la estrechez de mente”. Hace ya años me siento un Frankenstein, un collage, un puzle al que todavía le quedan piezas por encajar. Soy un ladronzuelo de momentos y experiencias planetarias que metaboliza vivencias y a la vez, el proveedor que las esparce por continentes, pues no tienen dueño, como no lo tiene el viajero.
“El viaje no empieza cuando se recorren distancias, empieza cuando se atraviesan nuestras fronteras interiores” – Mía Couto.
A veces el viaje es de unos días, otras veces son meses, viéndolo con el tiempo, son décadas de un continuo movimiento buscando y buscando respuestas y haciendo y haciendo preguntas. Rara vez se llega a una conclusión, todo cambia y evoluciona, pero de vez en cuando, con la distancia que dan los años y la altura (miles de horas de avión), se va consolidando una idea, como esos pensamientos que nos llegan al alba, medio dormidos, tan inspiradores. Esa idea suele tejerse al ver elementos comunes entre diferentes lugares del planeta.
Creo que estamos caminando hacia atrás en la construcción de un nuevo y más justo orden planetario. El modelo de estado nación sigue vigente a la vez que los organismos internacionales, que en su día fueron sueños para una humanidad más integradora, se desvanecen y hunden. Es más, los países con gobiernos conservadores logran influir en los espacios de unión e integración, haciéndolos cada vez más excluyentes y egoístas. Seres humanos vagan a la deriva en el mediterráneo. Refugiados sin esperanza. Familias centroamericanas chocan contra muros excluyentes. Tapias que crecen como mala hierba en lo que llaman Tierra Santa…
No tengo muchos detalles de los entresijos que llevan a estos organismos a olvidarse de su misión en el planeta. Una vez más, puedo hablar de lo que conozco más en profundidad, la salud, aunque estoy seguro de que esta reflexión aplicará a otras agencias de las Naciones Unidas, a otros espacios de “unión”.
La Organización Mundial de la Salud (OMS), creada tras la segunda guerra mundial, gozó de reconocimiento e influencia por encima de lo que los países dictaban. Los países miembros aportaban una cuota para su funcionamiento, eso le daba ciertas garantías democráticas y autonomía en la toma de decisión. Con los años, y bajo la influencia de los gurús de la economía de la salud (siempre he sentido que igual se trata de una antítesis, salud y economía) se abrió a buscar “nuevas formas de financiación”. Hablando en plata, los estados miembros bajaron sus cuotas y la OMS inició un proceso de privatización y aceptación de capital no gubernamental. Esta tendencia se fue consolidando y en estos momentos la toma de decisión sobre las políticas globales de salud está en manos, en gran medida, de filántropos como Bill Gates. Bajo el buenismo y con campañas de marketing millonarias el grande de la tecnología tiene tanto peso o más que muchos países miembros. ¿De verdad alguien cree que un empresario del calado de Bill Gates está en el mundo para luchar por el derecho a la salud de los más desfavorecidos? Y aun si es así y el “buen hombre” se ha iluminado, ¿quién lo eligió y nombró para esa misión? Porque al fin y al cabo, los gobiernos de los estados miembros son elegidos democráticamente (podríamos también poner alguna objeción…), pero ¿qué pasa con el consejo de dirección de Microsoft? Yo por lo menos no voté…
En un presente y futuro en el que las grandes multinacionales luchan por conseguir ingentes bases de datos de la población para venderlas a las compañías de seguros, la mal llamada (en mi opinión) “inteligencia artificial” diseña algoritmos que ponen precio a nuestras vidas. La injerencia de una de las mayores compañías privadas de informática y tecnología en el orden sanitario mundial se hace, cuanto menos, sospechosa.
Estos filántropos ya lanzan incluso convocatorias para financiar proyectos que, eso sí, contemplan como eje central el uso de la tecnología. De esta manera se abren mercados difíciles y rudos, gracias a una cooperación al desarrollo guiada por control remoto desde oficinas en las grandes “cities”. No estoy en contra de que un centro de salud utilice una tablet, pero entristece y encabrona que nadie se haga cargo de lo estructural: el agua potable, los servicios de saneamiento, la electricidad…estos bienes públicos necesitan una gran inversión para hacerlos funcionar y, además, al servicio de población sin muchos recursos no son “business” para las multinacionales. Pero la ausencia de estos servicios provoca miles de muertos al año en el planeta. Las tablets son útiles, el agua potable en un centro de salud es indispensable.
Las tablets son útiles, el agua potable en un centro de salud es indispensable.
Dicen estos filántropos, y las agencias que ya dominan repiten como loros, que esos servicios son responsabilidad de los estados. En un ejercicio de cinismo extremo se lavan las manos mientras se encargan a la vez de desmontar sistemas públicos y de vaciar de contenido a las estructuras de estado. Si pueden hacer caer la balanza en favor de la desregularización e incluso influir desde Washington, Londres o New York en las legislaciones de países africanos, latinoamericanos o asiáticos para dar entrada a la sanidad privada (ver informe del Banco Mundial sobre estrategias para potenciar la sanidad privada en África), ¿no pueden luchar con nosotros, codo con codo, en apretar y apoyar a los estados para que asuman la salud como un derecho de todos y todas? Insisto…no están aquí para eso, están para aprovechar cualquier espacio que les permita aumentar su cuota de mercado.
¿Se puede sentir nostalgia por tiempos futuros? Yo añoro la llegada de líderes que miren a los ojos de la humanidad y que superen las ideas ya obsoletas del estado nación y de la globalización neoliberal que expolia mercancías e incluso almas. Pero como siempre, hay luz en el caos. La globalización de los movimientos sociales puede y debe ser una respuesta. El People Health Movement, Movimiento para la Salud de los Pueblos, surge como una respuesta a la privatización y mercantilización de la salud y, entre otros asuntos, está observando y poniendo en su lugar a la OMS. No es tarea fácil luchar por la salud universal y su éxito depende de las personas, organizaciones y movimientos que lo conformamos. Nosotras seguimos trabajando para que el PHM sea un actor fuerte y activo en Mozambique y en el África Austral, además de continuar apoyando y aportando en su labor europea por defender la salud desde el amenazado estado del bienestar.
Añoro la llegada de líderes que miren a los ojos de la humanidad y que superen las ideas ya obsoletas del estado nación y de la globalización neoliberal que expolia mercancías e incluso almas. Pero como siempre, hay luz en el caos. La globalización de los movimientos sociales puede y debe ser una respuesta.
Fronteras interiores y exteriores deben ir cayendo para no dejarse llevar por el discurso excluyente e individualista que predomina en estos tiempos.
Cada vez estoy más convencido que son los movimientos sociales globales los que pueden ser un contrapunto a la globalización neoliberal. Fronteras interiores y exteriores deben ir cayendo para no dejarse llevar por el discurso excluyente e individualista que predomina en estos tiempos.
Iván Zahínos Ruiz
Coordinador de Relaciones Internacionales
medicusmundi mediterrània