“La población saharaui es un ejemplo de lucha, valentía y resistencia”
Lehbib Sidahmed es un joven saharaui procedente de los campamentos de refugiados de Tinduf, al sur de Argelia, que vive en Barcelona desde 2006. Actualmente estudia Educación Social y es activista del movimiento Sàhara Dempeus. Durante los últimos meses ha colaborado estrechamente en el proyecto “Saharauis, en medio de la nada”, de Medicus Mundi Mediterrània, y en las actividades educativas realizadas con estudiantes de 4º de ESO de Barcelona.
En el marco de este proyecto, el grupo de 4º A del INS La Sedeta le ha hecho una entrevista que compartimos a continuación.
¿Qué consideras que ha sido lo más difícil de toda tu historia?
Ser un niño y no entender el porqué de no poder salir de aquel campamento de refugiados que nadie de mi familia sentía como su casa, de no poder vivir de otra forma, en otro lugar… De pequeños nos costaba mucho comprender las cosas que sucedían en nuestro entorno. También en el momento en el que consigues salir del campamento te encuentras con más problemas, como que no tienes papeles, no puedes acceder a la escuela o a la sanidad, te cuesta relacionarte, aprender el idioma…
Hemos visto algunas imágenes de los campamentos de refugiados en el documental “Kafana”. ¿Nos podrías contar cómo es la vida en estos campamentos?
La vida en los campamentos es muy dura e inhumana. Es vivir en la parte más inhóspita del desierto del Sáhara, la Hamada. En los campamentos se vive mayoritariamente de la ayuda humanitaria i esto significa que los meses en que las ONG no pueden enviar tota la ayuda necesaria, la gente tiene dificultades para vivir. El agua también es muy difícil de conseguir. Imaginaros con el calor que hace–el verano pasado llegaron a 53 grados-, cómo es vivir en estas condiciones para un niño o una niña que no tiene agua suficiente para cubrir sus necesidades básicas. A veces hay que esperar una semana hasta que llega el camión-cisterna de una ONG que trae agua potable de unos pozos que están a 100 km de los campamentos.
Todo es muy complicado. Yo creo que lo más duro es ver que no tienes salida. Yo iba descalzo, corría, jugaba como un niño, me sentía libre… pero cuando miraba a mi alrededor lo único que veía era desierto y más desierto. Unos quilómetros más allá, hay unos controles que delimitan los campamentos para vigilar el acceso.
Por otro lado, existen unes políticas muy fuertes que se han desarrollado en los propios campamentos para la construcción de hospitales, escuelas, centros sociales… La población saharaui lucha mucho para hacer posible la atención sanitaria y la plena escolarización en los campamentos. Mucha gente joven, como yo, ha ido a estudiar a Cuba, a Argelia y a otros países diferentes en el marco de proyectos de cooperación internacional. Estudian Medicina, por ejemplo, y regresan a trabajar a los campamentos porque quieren ayudar a su gente. Yo mismo, cuando tenga la posibilidad, seguramente también volveré, no por el gusto de regresar a una tierra prestada, si no para ayudar a aquellos que no han tenido las mismas oportunidades para salir que yo. Porque son mi gente, son mi familia. Y así lo hacen tantas otras personas, aunque allí tengan un salario muy bajo. Somos un pueblo y nos tenemos que ayudar. La solidaridad pasa por delante de todo.
Actualmente mantienes contacte con tu familia de allí, ¿verdad?
Sí, ¡claro! Lo que ocurre es que hasta que no resuelva mi regularización no puedo regresar. En 2017 pude ir a ver a la familia en un viaje con las caravanas de solidaridad que organizan diferentes entidades. La verdad es que tuve mucha suerte en el control y me dejaron pasar. ¡Pero fue la primera y la única vez desde el año 2006! Y fueron sólo unos días.
Háblanos un poco más de cuando eres pequeño.... ¿Ya trabajabas entonces?
Sí, desde los 6-7 años ya trabajaba, con mis primos mayores hacíamos bloques de adobe para construir casas. Como recompensa por el trabajo me daban alguna moneda para que me comprara galletas o chucherías. Yo estaba muy contento, después de todo el día trabajando, porque tenía 50 céntimos o un euro.
También hacía de pastor, a primera hora de la mañana llevaba un rebaño hasta una zona donde había hierba y agua, y regresaba por la noche antes de cenar. Cuando la familia que era dueña del rebaño mataba uno de sus cabritos, me daban una bolsa de carne que llevaba a la familia. Recuerdo que estaban contentísimos porque aquella semana podríamos comer carne.
Y aquí, ¿qué tipo de trabajos has hecho?
He tenido la gran suerte de contar con mi familia de acogida, que siempre me ha ayudado en todo, pero he hecho trabajos de todo tipo: en un restaurante fregando platos, en la construcción montando pladur o en el campo, siempre sin contrato hasta el año 2017 cuando tuve un primer documento de identidad. Gracias a todo aquello que había podido ahorrar, y con la ayuda de la familia, pude conseguir un contrato de trabajo y con ese contrato hacer los papeles.
Entonces, ¿has podido estudiar sin papeles?
De alguna forma, sí. Cuando llegué aquí no tenía ningún documento oficial de identidad. Me hicieron un pasaporte que dice que soy argelino y aquí me ha permitido estudiar. He hecho secundaria, dos ciclos de grado superior y ahora estoy en la universidad. Principalmente, pero, he estudiado pagando; no pude entrar en la escuela pública porque la documentación que pedían era más exigente.
Desde una perspectiva de derechos humanos, tal como hemos estado viendo estos días en clase... Cuáles crees que son los principales derechos que se te han vulnerado?
¡Bastantes! Uno de los más importantes para mí ha sido el derecho a una identidad, el derecho a tener una nación. Esto se debe al hecho de nacer en un campo de refugiados, que te quita el derecho a poder identificarte como que eres de algún lugar, por ejemplo, español, catalán, de Barcelona… Cuando no puedes mostrar ningún documento que diga de dónde eres, es como si no existieras, no eres nadie. Yo no tenía ningún papel ni pasaporte para enseñar cuando me paraba la policía, entonces se me llevaban detenido porque no podía demostrar quién era.
También existen vulneraciones importantes de derechos sobre otros aspectos que hemos ido comentando, como el hecho de no poder tener una alimentación adecuada y variada, la escasez de agua, sobre todo en verano cuando se llega a 40 o 50ºC, la imposibilidad de poder vivir dignamente, etc.
En esta situación, ¿qué se puede hacer, pues? ¿Has actuado ante algún derecho vulnerado?
Junto con unos amigos con los que compartimos esta visión de lucha por los derechos del pueblo saharaui creamos una asociación, como muchas otras que hay por todo el país. La población saharaui somos una minoría aquí en Catalunya, pero con el apoyo de asociaciones y de activistas pro-saharauis nos encontramos y decidimos formar una asociación juvenil con el nombre de Sàhara Dempeus. Desde entonces no hemos parado de hacer todo tipo de acciones y movilizaciones por la defensa del pueblo saharaui. También colaboramos con otras entidades y movimientos con los que compartimos estos objetivos. Frente a las violaciones de derechos, es imprescindible cooperar y luchar conjuntamente.
¿Qué significa exactamente ser activista y qué hace un activista saharaui?
Ser activista en mi caso es ayudar a mi pueblo mostrando a la gente de alrededor del mundo nuestra realidad, las injusticias y las violaciones de derechos humanos que hemos ido tratando. Es dar a conocer una situación que no es conocida para la mayoría. En los libros de historia no leemos que el Sáhara Occidental sigue siendo una colonia española, ni que muchos saharauis son españoles, ni que mientras una mitad vive en un campamento de refugiados en el medio del desierto, la otra sufre todo tipo de violencia por parte del régimen marroquí en los territorios ocupados.
Como activistas también están acciones que hacemos como grupo. Yo solo tengo muy poca voz, pero si nos unimos más personas nuestra capacidad de incidencia y de acción es mucho más grande. Es importante movilizarnos, seguir sumando fuerzas.
¿Cómo podemos ayudar al pueblo saharaui desde aquí?
Podemos ayudar de muchas maneras. Primero tenemos que ver qué está en nuestros manos poder hacer. Ojalá pudiéramos romper las fronteras del campamento de refugiados y regresar a nuestra tierra, tener un futuro mejor y los derechos garantizados. La única solución posible es que el pueblo saharaui regrese a su tierra. Pero estas cosas no están en nuestras manos. Entonces, ¿ qué podemos hacer como grupo que se organiza? Desde Sàhara Dempeus podemos movilizar a la gente reivindicando los derechos de los saharauis, podemos presionar al gobierno de la Generalitat… Vosotros como clase podéis participar en ello o podéis organizar una actividad para concienciar a la juventud sobre lo que ocurre, tal como ya estáis haciendo. Esto es un gran gesto de apoyo y es lo ahora mismo está en nuestras manos.
Una vez lo terminemos, podemos valorar qué más podemos hacer, como contactar con Medicus Mundi Mediterrània, una asociación que trabaja por la justicia global y los derechos humanos, o con Sàhara Dempeus, que somos una entidad juvenil con gente muy diversa de 4º de ESO, de Bachillerato o de universidad. Evidentemente la ayuda humanitaria es muy importante para que la población saharaui pueda comer y sobrevivir, pero si nadie conoce su situación ni la denuncia seguirá estando olvidada.
Entrevista realizada por la clase de 4º de ESO A del INS La Sedeta: Adriana, Muriel, Pol, Jennifer, Stefania, Maria, Juliana, Adrià, Marc, Jordi, Xavi, Steven, Andreu, Dídac, Pau, Marcel y Leandro.
Enhorabuena por el trabajo que habéis hecho..