La salud de las personas está estrechamente ligada al medio ambiente. Aunque en muchos puntos del planeta el ser humano viva de espaldas a esta realidad, lo cierto es que todos y todas necesitamos respirar aire y consumir alimentos y agua. «Nosotros somos aire, somos tierra, somos fuego y agua» explica María Angélica Toro Rojas, coordinadora de proyectos de medicusmundi en Riberalta, Bolivia, al abordar el tema.
La destrucción del medio ambiente compromete la cantidad y la calidad de los alimentos y del aire que necesitamos para vivir, condiciona el equilibrio de las especies y propicia que pandemias como la del Coronavirus Covid-19 aparezcan y se extiendan por todo el mundo. Esto es una realidad que afecta a todo el planeta, pero que, evidentemente, tiene un impacto directo mucho más destructivo en aquellos entornos más vulnerables económicamente.
Cosechando hortalizas para mejorar hábitos alimentarios
«La Tierra no es nuestra, nosotros formamos parte de la misma, por lo que no podemos comportarnos como si fuéramos sus dueños, debemos convertirnos en protectores» explica María Angélica. La lucha contra el cambio climático no puede ser individual, debe ser colectiva para ser efectiva. Y, sin embargo, cada gesto y cada paso, por pequeño que sea, contribuye a alejarnos del colapso del planeta.
El impacto de cada acción
María Angélica sabe bien de lo que habla. Vive y trabaja en Riberalta, Bolivia, donde el cambio climático tiene unas consecuencias mucho más visibles que en otros puntos del planeta. Un territorio fronterizo con Brasil que sufre con fuerza el embate de la deforestación y que también acusa a las consecuencias del calentamiento global en forma de sequías. «Que vosotros utilicéis el coche en vuestro país cada día para hacer desplazamientos cortos tiene consecuencias directas en nuestros campos» señala. Y es que la contaminación atmosférica que genera cambios de temperatura en el ámbito global afecta de forma directa a los períodos de lluvia. El efecto mariposa es eso: la relación directa que existe entre el derroche de recursos en un lugar del mundo y las consecuencias climáticas en la otra punta.
Maria Angelica en Riberalta
Los principales problemas medioambientales relacionados con la salud humana son fruto de nuestra propia actividad, a menudo desmedida: la contaminación del aire por los vehículos, fábricas, aerosoles, la explotación de recursos naturales sin ningún control ni medidas para equilibrar ecosistemas, la contaminación del agua y la tierra donde cultivamos los alimentos que luego ingerimos, etc.
En Mozambique, donde Medicus Mundi trabaja directamente con las comunidades de mineros artesanales, se buscan y promueven alternativas al uso del mercurio, que contamina los ríos, los océanos y la fauna marina. La introducción del bórax, un elemento inocuo para el medio ambiente y la salud de las personas y muy eficaz para la extracción de oro, se abre camino lentamente entre las personas que se dedican. Daniel Rodríguez, Coordinador de MMMed en Cabo Delgado, nos explicaba como este recurso está teniendo una integración lenta, ya que requiere formación y también desplazamientos para conseguir el producto, mientras que el mercurio se consigue con relativa facilidad en el mercado ilegal. «Romper con las dinámicas en las que estamos instalados no es fácil en ninguna parte. No lo es en Mozambique con respecto al cambio de producto, tampoco lo es en occidente con el cambio de hábitos de consumo, por ejemplo».
Ivan Zahínos, director del departamento de proyectos de Medicus Mundi Mediterrània, nos explica las repercusiones del mercurio en el medio ambiente.
María Angélica habla mucho de los hábitos de consumo. «La sociedad nos empuja a consumir por gusto, no por necesidad, y esta forma de vida está agotando todo tipo de recursos» señala. Y es que el sistema capitalista tiene tanto poder que, para paliar las consecuencias del consumo, nos invita a consumir nuevos productos que, a su vez, generan devastación y pobreza en otras regiones. Un ejemplo es el consumo alimentario. Desde hace unos años se ha impulsado el consumo desmedido de productos como los aguacates o la soja para equilibrar el consumo de otros tipos de proteínas y grasas que provienen de la sobre explotación animal. Pero para lograr abastecer la nueva demanda de productos teóricamente más sostenibles se somete a la tierra, y también al que la trabaja, a unas condiciones extremas y forzosas de rendimiento.
La desconexión con lo que nos hace humanos
Además de toda la actividad que daña el medio ambiente, en todo el mundo las comunidades humanas han sufrido un proceso de desconexión con la naturaleza brutal. Esta se ha convertido, para muchos, en un espacio de recreo donde desconectar de la rutina, y no se dan cuenta de que, en realidad, de lo que han desconectado es del conocimiento y del ritmo de vida sano y propio del ser humano. La inmensa mayoría de la gente del mundo occidental no sabe casi nada de su entorno natural, ni siquiera de los pájaros que viven en su barrio o de los árboles que flanquean la calle donde viven.
Árbol de Riberalta, especie «mapajo»
María Angélica también señala esto como un hecho aterrador para la humanidad como especie. El arrinconamiento de los conocimientos tradicionales y su banalización y sustitución incondicional por conocimientos académicos también tiene consecuencias para la salud de las personas. En Riberalta, por ejemplo, una parte de la población se sentía excluida del sistema sanitario público porque este despreciaba las creencias que afectaban a la salud de las personas.
Ahora, en Riberalta la prevalencia entre la medicina tradicional y la académica está más o menos en equilibrio. Esto se ha conseguido gracias al desarrollo del programa SAFCI (Salud Familiar Comunitaria Intercultural). En Riberalta mucha gente vincula su estado de salud a fenómenos naturales y espirituales. Un conocimiento y unas creencias muy vinculadas a la Pachamama que ahora también tienen cabida en los centros sanitarios de la región. Este reconocimiento y convivencia ha permitido integrar terapias tradicionales, como el tratamiento de enfermedades respiratorias (e incluso afectaciones de la Covidi-19) con lombrices y, paralelamente, introducir terapias clínicas donde la sabiduría tradicional no podía dar respuesta.
La Red de Salud Pública 07 de Riberalta, moviliza a su personal sanitario casa por casa, en una búsqueda comunitaria de casos sospechosos de COVID-19, ante el incremento de contagio.
¿Y aquí?
La agencia europea Copernicus señaló que el mes de mayo del año pasado fue el más caluroso de la historia a escala mundial. En España también, con una temperatura que se situó 2,7 grados por encima de la media. Justo empezábamos a salir de la excepcionalidad del confinamiento, un paro general durante semanas de la producción y de la movilidad en todo el Estado y, sin embargo, se detectaron 417 partes por millón (ppm) de CO₂ en la atmósfera, la cifra más alta registrada hasta el momento (el nivel considerado seguro es de 350 ppm).
El impacto positivo de la pandemia con respecto al medio ambiente resultó ser un espejismo. La industria del plástico, que estaba en claro retroceso, volvió a emerger con fuerza gracias a la proliferación de artefactos desechables (mascarillas, guantes, productos de desinfección …)
La situación de confinamiento también extendió el hábito de adquirir productos a través de internet, generalmente a través de grandes plataformas de consumo que abaratan costes a costa de los materiales, la sobreproducción y los derechos laborales de las personas trabajadoras. Este tipo de consumo también ha hecho disparar el sector logístico que transporta y distribuye todos estos productos con vehículos que generan más polución en pueblos y ciudades. Estos son sólo algunos ejemplos.
Aquí, y en todas partes, actuamos cada día de forma negligente, a menudo inconscientemente, con el planeta. Pero ir contra el planeta es, de forma indisociable, ir contra las personas, ir contra nosotras mismas. También es indisociable la responsabilidad individual de la responsabilidad colectiva. Debemos tener presente que nuestros gestos cuentan, pero los de las empresas y los gobiernos también y en mayor medida.
Alba Arnau
La Pera Comunicació Cooperativa