Conversamos con Carlos Bajo Erro, periodista y ciberactivista, sobre el uso transformador de las redes sociales y el activismo digital en el continente africano. Autor del libro Redes sociales para el cambio en África, imparte formaciones en la Escola de Activismo em Saúde, escuela para formar activistas por el derecho a la salud en Mozambique.
Conversamos con Carlos Bajo Erro, periodista y ciberactivista, sobre el uso transformador de las redes sociales y el activismo digital en el continente africano. Autor del libro Redes sociales para el cambio en África, imparte formaciones en la Escola de Activismo em Saúde, escuela para formar activistas por el derecho a la salud en Mozambique.
¿De qué estamos hablando cuando nos referimos al activismo digital en África?
No hay una definición genérica, pero para mí son todas las acciones y colectivos que miran de utilizar las herramientas digitales para provocar la transformación social. Puede ser la vigilancia de unas elecciones pero también iniciativas relacionadas con la salud, que también son activismo digital porque provocan un cambio social. No se trata solo de incidencia política directa.
Hablemos más concretamente de los cursos de activismo digital que estás impartiendo en Mozambique, en colaboración con la Aliança para a Saúde. ¿Cómo percibes el dinamismo del mundo digital en Maputo y cómo puede ayudar en campañas de incidencia para promover el derecho a la salud?
Todo el ecosistema digital en Maputo es aún incipiente. No es de los países con más penetración y están en una fase inicial en relación con iniciativas y empresas que trabajen en el entorno digital, pero creo que hay mucho interés y mucha voluntad. Es un momento importante precisamente por eso: aún está por definir la línea de uso de las redes sociales. Estas llegan siempre, tarde o temprano, y la diferencia se encuentra cuando la sociedad civil tiene la capacidad de marcar la línea y las redes sociales tienen un carácter más comprometido, al menos durante un tiempo. Cuando la sociedad civil no tiene capacidad de marcar esta línea, es el mercado el que la define y es cuando las redes se convierten, en el mejor de los casos, en puro entretenimiento.
¿Qué potencial tienen la Aliança y la escuela de activismo? ¿Qué uso dan y pueden dar a las redes sociales?
Por lo que acabo de comentar es muy importante la actividad de la Aliança, que de alguna manera fortalece las competencias de la gente para que integren este compromiso y tengan una voz en las redes sociales. El enfoque de las formaciones va en esta dirección: comunicación para la incidencia a través de las redes sociales; la idea es fortalecer las competencias de las herramientas digitales para la incidencia política. No hacemos marketing ni tampoco comunicación para ONG.
Es muy importante que la ciudadanía tome las riendas de las redes antes que otros.
Alumnado del curso de activismo digital
Hemos nombrado colectivos que, a través de las TIC, “controlan” las acciones de sus gobiernos, pero también se da a la inversa. ¿De qué manera los gobiernos, en el continente africano, han manipulado las TIC para controlar y censurar lo que está pasando?
Ha habido diferentes momentos: primero la sociedad civil se fortaleció porque fue más inteligente que los gobiernos, que no pensaban que este entorno evolucionase en esta dirección. Pero en los últimos dos o tres años los gobiernos se han dado cuenta de que es un espacio de poder. Precisamente algunos informes sobre el estado de internet en África plantean que internet se ha convertido en uno de los espacios de combate de los poderes, que quieren controlar las instituciones, los medios de comunicación y ahora también internet y las redes sociales.
En situaciones de conflictividad social nos encontramos con apagones de manera sistemática, sean o no países de carácter democrático. Lo hacen justificándose, pero al final es un bloqueo. También se están extendiendo legislaciones que, detrás de argumentos como la desinformación y el combate contra los discursos de odio, lo que hacen es controlar los mensajes en las redes sociales. Además hay medidas económicas: algunos gobiernos hacen que internet sea caro para que no todo el mundo pueda acceder a él y sobre todo para que no llegue a quiénes tienen más inquietudes y cosas que reclamar. A todo esto se le suma una vigilancia masiva – una de las mayores preocupaciones de los círculos de activismo digital – y también la influencia extranjera: países que apoyan a gobiernos no democráticos por intereses económicos.
Ya hace años que se ha convertido a África en un territorio de investigación y experimentación: las empresas y gobiernos prueban los mecanismos de vigilancia y manipulación en el continente, en escenarios que son legalmente más débiles y en los que hay menos garantías. Perfeccionan las técnicas para luego aplicarlas al norte global. Esto tendría que hacernos pensar y movilizarnos.
¿Cómo se viven las fake news en el continente africano?
Se están produciendo masivamente y tienen un potencial desestabilizador muy grande. En el contexto Covid-19 ha habido casos muy evidentes: mensajes falsos que se difundían y que la población se creía. Tenemos que ser conscientes que prácticamente la mitad de los usuarios de internet en África tienen menos de 5 años de experiencia en el entorno digital y esto está directamente relacionado con las competencias, con ser consciente de que no toda la información que nos llega es verdad.
Hay escenarios de convivencia muy precarios y las fake news tienen un gran potencial desestabilizador en la convivencia comunitaria: una noticia falsa se extiende y puede desencadenar un episodio de violencia comunitaria. En Costa de Marfil, por ejemplo, se difundió en Facebook un vídeo que supuestamente mostraba a militares nigerinos dando una paliza a unos marfileños. En este país hay una gran comunidad de nigerinos y este video desencadenó una ola de violencia hacia esta comunidad. Después se supo que el vídeo mostraba una intervención del ejército de Nigeria contra supuestos yihadistas, pero ya era tarde.
Debido a casos como este hay muchas organizaciones de fact checking en casi todos los países. Hay mucha movilización de manera muy eficiente y creativa.
Clara Carbó
La Pera – Comunicació Cooperativa